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Viose cubierto de riquísimos paños, con las manos aprisionadas en guantes olorosos y arrastrado en coche, del cual tiraban cisnes, que no caballos, y llamado por reyes o solicitado de reinas, por honestas damas requerido, alabado de magnates y llevado en triunfo por los pueblos todos de la tierra. Entre dos cestas La Nela cerró sus conchas para estar más sola.

Era una de esas deliciosas tardes de enero, en que el sol se oculta entre nubes que lo aplacan tras un día templado y en que el ambiente del campo parece que se empapa con las emanaciones de las flores silvestres y de los pastos olorosos, y en que hasta los ganados se entregan al placer de pasear por los potreros, recorriéndolos al acaso.

Y Aquiles se levantó, y con sus brazos alzó del suelo a Príamo; y mandó que bañaran de ungüentos olorosos el cadáver de Héctor, y que lo vistiesen con una de las túnicas del gran tesoro que le traía de regalo Príamo; y por la noche comió carne y bebió vino con Príamo, que se fue a acostar por primera vez, porque tenía los ojos pesados.

Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba adonde estaba la estatua de Bolívar. Y cuentan que el viajero, solo con los árboles altos y olorosos de la plaza, lloraba frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre cuando se le acerca un hijo.

Y dos meses estuvo almorzando pechugas de faisán con vinos olorosos, y paseando por el jardín con su capa de armiño y su sombrero de plumas, hasta que un día vino un chambelán de casaca carmesí con botones de topacio, a decirle que la reina lo quería ver, sentada en su trono de oro. Estoy cansada de ser reina, Loppi. Estoy cansada de que todos estos hombres me mientan y me adulen.

Allí, mientras los hombres trabajaban en el fondo de las minas, el pequeñuelo permanecía sobre una manta extendida sobre la verde hierba. La intuición artística de los mineros acabó por decorar esta cuna con flores y arbustos olorosos, llevándole cada cual, de tiempo en tiempo, matas de silvestre madreselva, azalea, o bien los capullos pintados de las mariposas.

Todos cantaban y hablaban, comían dulces, bebían refrescos olorosos, bailaban con mucha elegancia y honestidad al compás de una música de violines, con los violinistas vestidos de seda azul, y su ramito de violeta en el ojal de la casaca.

Las ninfas fregonas, muy compuestas y con muchas flores en el moño, sirvieron luego copitas de rosoli, del que sólo bebieron los caballeros; y por último trajeron el chocolate con torta de bizcocho, polvorones, pan de aceite y hojaldres. Terminó todo con el agua, que en vasos de cristal y en búcaros olorosos repartieron asimismo las criadas. Duró esto hasta que dieron las ánimas.

También ellos, pobres y siempre alcanzados, tenían su pavo como el que más, gracias a los estirones que D.ª Laura daba al dinero, y tenían, asimismo, sus tres besugos de dos libras y media, que se presentarían engalanados de olorosos ajos y limón. Don José era el hombre más venturoso de Madrid desde el día 22.

Era, según ella, un jardín marítimo, que armonizaba con el Museo cercano y el paisaje. Los troncos parecían mástiles de navío; las plantas amontonadas á sus pies tenían la forma radiada y envolvente de los monstruos de las profundidades oceánicas. Otras vegetaciones de origen exótico evocaban la imagen de países cálidos, de lejanos puertos olorosos poblados de muchedumbres amarillas ó cobrizas.