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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Todos con el mejor vestido, y formando corrillos en los que se departía á gritos, como es costumbre entre la gente de campo, no porque el furor sustente los debates, sino por hábito adquirido viviendo casi siempre fuera de techado; todos, repito, se entregaban á aquel primer momento de ocio, después de una semana de rudas fatigas, con las más expresivas señales de satisfacción, buscándola especialmente en comunicarse unos á otros las observaciones, planes y labores que cada cual había hecho desde el domingo anterior.

Pero, con todo esto, no sabré decir con certidumbre qué tamaño tuviese Morgante, aunque imagino que no debió de ser muy alto; y muéveme a ser deste parecer hallar en la historia donde se hace mención particular de sus hazañas que muchas veces dormía debajo de techado; y, pues hallaba casa donde cupiese, claro está que no era desmesurada su grandeza. -Así es -dijo el cura.

Se casan muy jóvenes y aunque no se reúnen con sus mujeres, se les ve tomar estado á los ocho ó nueve años. Les gusta mucho estar junto el fuego; encienden grandes hogueras, y por la noche se acuestan sobre la ceniza caliente; para mayor abrigo suelen poner entre dos árboles una especie de techado de hoja de palma, y por la mañana levantan el campo para volver á dormir donde les coge la noche.

Y luego su lepra fue limpiada. 5 Y entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, 6 y diciendo: Señor, mi criado yace en casa paralítico, gravemente atormentado. 7 Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. 8 Y respondió el centurión, y dijo: Señor, no soy digno de que entres debajo de mi techado; mas solamente di con la palabra, y mi criado sanará.

Aunque parezca mentira, Bernardino tenía su casa entonces, es decir, dormía bajo techado, y una hermana, muy mona, que se llamaba Pilar y cosía para fuera; ésta, que sabía los quebraderos de cabeza del joven, no cesaba de decirle: ¡Mira, Bernardino, no eres hombre, si no te casas con la de Vargas!

En aquel sitio, tan encantador como modesto, era recibido don Paco. Todavía allí, a la luz de un bruñido velón de Lucena, de refulgente azófar, se jugaba al tute en una mesilla portátil, pero no con la persistencia que bajo techado. Otras distracciones, casi siempre gastronómicas, suplían la falta del juego.

Espacio grande y desembarazado, luz abundante en todas partes, techado sólido y de buen aspecto, esto es, de dificil destruccion por el agua ó por el fuego, y de esa forma augusta tan magestuosamente adaptada por el antiguo pueblo-rey al cerramiento de los vanos en sus termas, en sus cloacas, en sus arcos de triunfo, en sus anfiteatros, en sus templos, en todos sus edificios públicos al parecer imperecederos; por último, puntos de apoyo de poco diámetro y grande altura: aquí los datos al primer aspecto contradictorios é inconciliables que tenia que reunir la arquitectura religiosa para satisfacer las necesidades del culto cristiano.

Palabra del Dia

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