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En seguida se echó de ver que Melisa había reparado también en el mismo parecido; de consiguiente, cuando se veía sola, le golpeaba la cabeza de cera contra las rocas, la arrastraba a veces con una cuerda atada al cuello, al ir y volver del colegio, y otras, sentándola en su pupitre, convertía en acerico su cuerpo paciente e inofensivo.

Sensible y nerviosa, Sofía se volvió de espaldas, acariciando a Lili. A ver, a ver qué es eso dijo Teodoro, tomando a la Nela en sus brazos y sentándola en una piedra de la cerca inmediata. Poniéndose sus lentes, le examinó el pie. Es poca cosa; dos o tres rasguños.... Me parece que tienes una espina dentro.... ¿Te duele?... , aquí está la pícara.... Aguarda un momento.

Pues chica, no pienses en salir de Madrid agregó la tarasca cogiéndola por un brazo, atrayéndola a y sentándola sobre sus rodillas . Hija de mi vida, ¿a quién quiero yo? A ti nada más. Lo que yo te diga es por tu bien. Déjate llevar; cásate, y si hay trampa, que la haya. Lo que debe pasar, pasa... Deja correr y haz caso de , que te he tomado cariño y soy mismamente como tu madre.

Juan cerró con tiento; y no por estudiada osadía, como en otros tiempos, sino por sincero e irresistible impulso, cogiendo con fuerza las manos de Cristeta, la empujó hacia atrás, sentándola en la banqueta del antepalco; y en seguida, alzando hasta su boca las manos deseadas, despacio, tembloroso, casi con respeto, se las besó, seguro de que no podían ser vistos, mientras ella, al través de la cabritilla, sintió algo que la quemaba dulcemente.

Después, sentándola sobre sus rodillas, le dijo: Mira, Luisa; hace ahora doce años que te encontré un día en medio de la nieve; ¡estabas completamente amoratada, pobre niña! Y cuando estuvimos en la barraca, cerca de un gran fuego, y poco a poco fuiste volviendo, lo primero que hiciste fue sonreírme. Desde entonces no he tenido otra voluntad que la tuya.

Barbarita abría cada ojo como los de un ternero cuando su mamá, sentándola sobre el mostrador, le enseñaba abanicos sin dejárselos tocar; y se embebecía contemplando aquellas figuras tan monas, que no le parecían personas, sino chinos, con las caras redondas y tersas como hojitas de rosa, todos ellos risueños y estúpidos, pero muy lindos, lo mismo que aquellas casas abiertas por todos lados y aquellos árboles que parecían matitas de albahaca... ¡Y pensar que los árboles eran el nada menos, estas hojuelas retorcidas, cuyo zumo se toma para el dolor de barriga...!

Siéntate junto a ; ven acá dijo Golfín cariñosamente sentándola a su lado . Se me figura que estabas rabiando por encontrar una persona a quien poder decirle tus secretos. ¿No es verdad? ¡Y no hallabas ninguna! Efectivamente estás demasiado sola en el mundo.... Vamos a ver, Nela, dime ante todo, ¿por qué... pon mucha atención... por qué se te puso en la cabeza quitarte la vida?