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¿Y vuestros consejos? ¿A quién debo la resignación con que sufro mis desventuras de mujer y de reina, más que á vos? Lo debe principalmente vuestra majestad á su gran corazón. Ha habido momentos en que me he desalentado, en que he creído inútil la resistencia, en que he estado á punto de abandonarlo todo, de rendirme á mi desdicha.

-No es mi tristeza -respondió don Quijote- haber caído en tu poder, ¡oh valeroso Roque, cuya fama no hay límites en la tierra que la encierren!, sino por haber sido tal mi descuido, que me hayan cogido tus soldados sin el freno, estando yo obligado, según la orden de la andante caballería, que profeso, a vivir contino alerta, siendo a todas horas centinela de mismo; porque te hago saber, ¡oh gran Roque!, que si me hallaran sobre mi caballo, con mi lanza y con mi escudo, no les fuera muy fácil rendirme, porque yo soy don Quijote de la Mancha, aquel que de sus hazañas tiene lleno todo el orbe.

Creo que esto se llama el «corintianismo»... Y me encuentro mejor que nunca. Antes necesitaba subir algunas mañanas, con Valeria y Clorinda, al Tennis de la Festa para jugar hasta rendirme. Ahora, después del arreglo de mi habitación y de ayudar á las otras, no necesito los deportes. Hago la gimnasia del pobre. Un largo silencio.

Por lo mismo que vas a ser clérigo y que no podrás bailar ni enamorar en las reuniones, necesitas jugar al tresillo. Si no, ¿qué vas a hacer, desdichado? A estos y otros discursos por el estilo he tenido que rendirme, y mi padre me está enseñando en casa a jugar al tresillo, para que, no bien lo sepa, lo juegue en la tertulia de Pepita.

»DOCTOR. No por cierto, sino dexarse llevar de la corriente. Mas siendo esta vuestra intenzion; para que hazerme gastar tiempo y palabras en lo de que no os puede resultar provecho, por no usarlo? Alla os lo aved, que de mi parte cumpli con rendirme á vuestra instancia, dando satisfacion á las apariencias de vuestro gusto.

Ella vive en la calle de la Pasión, ignoro el número; es en una casita vieja, muy baja, de revoque amarillo, con un zapatero en el portal, y que hace esquina a la Ribera de Curtidores. Yo también me resistí a creerlo; pero tuve que rendirme a la evidencia. ¿De modo que le ha visto Vd. entrar allí con ella o ir a buscarla? , señorita; varias veces.

¿Qué quieres hacer? dijo Hullin con sequedad . ¿Quieres rendirte? ¡Rendirme! exclamó el contrabandista . ¿Me tienes por un cobarde? Entonces, explícate. Esta noche salgo para Falsburgo. Arriesgo el pellejo al atravesar las líneas enemigas, pero prefiero eso a cruzarme de brazos aquí y perecer de hambre. Entraré en la plaza a la primera salida o trataré de ganar una poterna.

Si no amo a D. Jaime, no debo engañarle con esperanzas inciertas. Preténdame él y trate de conquistar mi voluntad y de rendirme, sin que yo le aliente con esperanzas. Y si le amo, debo ser franca y decírselo luego, ya que me ama él. Aunque poca estimación a un tan fácil y tan pronto, debo darle ese . Soy en todo de tu opinión.

Traté de excusarme, porque me parecía demasiada confianza para el primer día; pero ante la insistencia afectuosa del padre y la hija, hube de rendirme. Mientras nos avisaban, continuamos conversando. El conde me pidió permiso para arreglarse en mi presencia. Hablamos de caballos y toros. Era peritísimo en estos asuntos, y daba gusto escucharle.

Pero toda su gentileza y buen donaire y todas sus gracias y habilidades fueran poca o ninguna parte para rendir la fortaleza de mi niña, si el ladrón desuellacaras no usara del remedio de rendirme a primero. Primero quiso el malandrín y desalmado vagamundo granjearme la voluntad y cohecharme el gusto, para que yo, mal alcaide, le entregase las llaves de la fortaleza que guardaba.