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Actualizado: 13 de agosto de 2024


El conocimiento que cada cual tenía del otro los hizo prudentes, rehuyendo un choque formidable que había de ser funesto. Pero vino al fin. Se dijo entre los murmuradores que Osorio, cansado de la indiferencia y los desdenes de su esposa, en una hora fatal de ira y desesperación la había ultrajado con su misma doncella y en el mismo tálamo nupcial.

Y enfurecido contra los clérigos de la catedral, que parecían acoger con buen gusto el Concordato y sus sueldos, satisfechos de salir bien librados de la tormenta revolucionaria, se aislaba en el jardín, cerrando la puerta de la verja y rehuyendo las tertulias de otros tiempos. Aquel pequeño mundo vegetal no cambiaba.

Pero este triunfo le llenaba de tristeza. ¡Cómo le odiaba la gente! La vega entera alzábase ante él á todas horas, ceñuda y amenazante. Aquello no era vivir. Hasta de día evitaba el abandonar sus campos, rehuyendo el roce con los vecinos. No les temía; pero, como hombre prudente, evitaba las cuestiones con ellos.

El steward contestó rehuyendo sus ojos. Era un obsequio al pasajero de al lado, un alemán que pasaba las noches jugando en el café hasta que apagaban las luces. Sin duda, los amigos le habían dedicado esta alborada por ser su cumpleaños. Y vagó bajo su recortado bigote una sonrisa de servidor discreto que piensa en la hora de la propina y miente por no molestar al señor.

Ulises le habló rehuyendo su mirada, deseando evitar con el laconismo de su lenguaje todo motivo de emoción. Había vendido el buque á los franceses: un negocio rápido y magnífico... ¡Quién le hubiese dicho al comprar Mare nostrum que algún día le darían por él una cantidad tan enorme!... En ningún país se encontraban barcos á la venta.

Seré muy buena; te querré mucho... Me tomas como una amante; pero con bondad y con cariño, yo he de conseguir que me adores como a esposa. Venganza moruna Casi todos los que ocupaban aquel vagón de tercera conocían a Marieta, una buena moza vestida de luto, que, con un niño de pechos en el regazo, estaba junto a una ventanilla, rehuyendo las miradas y la conversación de sus vecinas.

Yáñez contemplaba fijamente a su compañero de hospedaje, que permanecía con la cabeza baja, como rehuyendo sus miradas. Cuando la cama quedó hecha y los presos se retiraron, cerrando el empleado la puerta con el cerrojo exterior, continuó el penoso silencio. Por fin, aquel sujeto hizo un esfuerzo y habló: Voy a dar a usted una mala noche; pero no es mía la culpa: ellos me han traído aquí.

Mientras tanto, Fontenoy decía á Torrebianca, rehuyendo la mirada de la mujer de éste: ¡Una verdadera casualidad!... Salgo de una comida con hombres de negocios; necesitaba distraerme; vengo aquí, como podía haber ido á otro sitio, y los encuentro á ustedes. Por un momento creyó Robledo que los ojos pueden sonreir al ver la expresión de jovial malicia que pasaba por las pupilas de Elena.

Conoce usted, sin duda, el proyecto del conde de Mengis y aprueba su plan de casarla con su sobrino... Antoñita manifestó su desagrado con un ademán. ¡Si no lo censuro! pero entiendo que no hay motivo para que se aparte usted de , rehuyendo mi presencia como la de un importuno que la molestase, sólo por haber hallado el hombre que sin duda llena sus aspiraciones.

Y le puso primero el dedo en la frente y después en el sitio del corazón. Cuando venga alguno que sepa interesarte de verdad, ya se verá cómo desaparecen todas esas ideas de celibato. Cecilia levantó los hombros y volvió a quedarse con los ojos extáticos, rehuyendo la conversación. Ya no salía tantas veces con su cuñado de caza. El cuidado de las niñas reclamaba su presencia.

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