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19 Y éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas, que le preguntasen: ¿, quién eres? 20 Y confesó, y no negó; confesó que no era el Cristo. 21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres Elías? Dijo: No soy. ¿Eres el profeta? Y respondió: No. 22 Le dijeron: ¿Pues quién eres? Para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?

Las noches eran apacibles y calurosas, y la tertulia se prolongaba a veces hasta las nueve y media o las diez. Miguel se fue acostumbrando a asistir a ella, dejando las visitas a la generala para otras horas. Sentábase a menudo al lado de Maximina y se complacía en regalarle el oído. Si nos preguntasen si creía lo que la iba diciendo, nos sería casi imposible contestar.

Ella se tenía la culpa, por no hacer caso de mamá, que decía que los de Las Tres Rosas eran unos ordinarios. Andresito era un buen chico, pero ella no podía estar en ridículo y que las amigas le preguntasen irónicamente por su novio. Como se decidiera otro que estaba a la vista, era cosa hecha: plantaba a Andresito. Llegaron los tres días de Carnaval.

De Mistral hubiera podido también decir Montaigne: Acuérdense de aquél a quien, como le preguntasen por qué se tomaba tanto trabajo en un arte que sólo podía llegar a conocimiento de reducido número de personas, respondió: «Pocas necesito. Me basta una. Tengo suficiente con ninguna

Antes de comenzar la fiesta, los curiosos de la catedral, fingiéndose distraídos, paseaban entre el coro y la puerta del Perdón. Los canónigos, con sus vestiduras rojas, reuníanse cerca de la escalerilla alumbrada por la famosa piedra de luz. Por allí bajaría Su Eminencia, y los señores del coro se agrupaban tímidamente, cuchicheando, como si se preguntasen qué iba a pasar.

A él que le preguntasen sobre casos prácticos, y su pericia de patrón de barca, habituado á todos los peligros del mar, le haría responder con el aplomo de un sabio. En los trances difíciles días de tormenta, bajos tortuosos, vecindad de costas traidoras , Ferragut sólo se decidía á descansar cuando Tòni le reemplazaba en el puente.

En los rostros había tanta alegría, que la muchedumbre toda era una sonrisa, y no hacía falta que unos a otros se preguntasen a dónde iban, porque un zumbido perenne decía sin cesar: ¡A las Cortes, a las Cortes! Las calesas partían a cada instante. Los pobres iban a pie, con sus meriendas a la espalda y la guitarra pendiente del hombro.

¡Por el mismo! gritó, sin esperar que le preguntasen nada, don Pancho. Por don Buenaventura agregó don Narciso Bringas. Ramón también vota por él, doctor Trevexo dijo mi tía; apunte, doctor, el voto de Ramón; y si ustedes me permiten votar a , yo... Vote usted, señora, vote usted mil veces; la más poderosa válvula política de nuestro partido es la mujer.

Desto se congojó mucho la gitana vieja, temiendo que en aquel escrutinio no se manifestasen los dijes de la Preciosa y los vestidos de Andrés, que ella con gran cuidado y recato guardaba; pero la buena de la Carducha lo remedió con mucha brevedad todo, porque al segundo envoltorio que miraron dijo que preguntasen cuál era el de aquel gitano gran bailador; que ella le había visto entrar en su aposento dos veces, y que podría ser que aquél las llevase.

Por la respuesta de cada pregunta pedía dos reales, y de algunas hacía barato, según tomaba el pulso a los preguntantes; y como tal vez llegaba a las casas de quien él sabía los sucesos de los que en ella moraban, aunque no le preguntasen nada por no pagarle, él hacía la seña al mono, y luego decía que le había dicho tal y tal cosa, que venía de molde con lo sucedido.