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Había también en dicho huerto el naranjo, con su perfume de amor y sus redondas cápsulas de miel encerradas en esferas de oro; y las diversas clases de melocotones, y el plátano, y el melón, que vive junto al suelo para absorber mejor sus jugos, concentrándolos en una carne de dulce marfil.

Por las vidrieras de las ventanas pasaban y repasaban, mecidas por el viento, las verdes copas de los árboles del jardín. La mesa era servida por criadas jóvenes, de rizados y blancos delantales. Sus caras, sanas y rojas como melocotones, daban una impresión de perfume primaveral semejante al de las flores que adornaban la mesa. Aresti estaba sentado al lado de su prima.

Y sobre las puertas de los cuartos, el artista, aludiendo discretamente al establecimiento, había pintado asombrosos «bodegones»: granadas como hígados abiertos y ensangrentados, sandías que parecían enormes pimientos, ovillos de estambre rojo que intentaban pasar por melocotones.

29. ¿Cuántas universidades hay en Colombia? La costa y las tierras calientes de la república producen maíz, caña de azúcar, algodón, caucho, cacao, plátanos, fibras, frutas y legumbres tropicales, mientras que en las montañas y las mesetas crecen café, manzanas, melocotones, bayas, patatas, trigo, cebada y, en efecto, todos los productos de la zona templada.

Ni carece tampoco, en la estación oportuna, de cerezas garrafales de Carcabuey, de peras de Priego, de melones de Montalvan, de melocotones de Alcaudete, de higos de Montilla, de naranjas de Palma del Río, y aun de aquellas únicas ciruelas, que se dan sólo en las laderas del castillo de Cabra; ciruelas, dulces como la miel, que huelen mejor que las rosas.

Salí de Madrid, mi querido Pepe, del modo y manera que sabes; empingorotado en el cupé de la Diligencia de Valladolid, con menos que mediana salud, á las seis de una caliente mañana de Agosto, no muy provisto de metales preciosos, en busca de aire y de agua, dos artículos de primera necesidad que escasean en la Corte de las Españas; con los bolsillos llenos de melocotones y naranjas, que me diste, y en la amable compañía de mi bastón, mi paraguas y mi saco de noche.

Mostraba hacia ella una admiración caballeresca y un interés paternal que se traducían en atenciones delicadas para los que ella quería, como ramos de flores para adornar la modesta tumba de la de Raynal iguales a los del suntuoso mausoleo de la condesa de Candore, y cestas de frutas para Carlos, que comía a boca llena los aterciopelados melocotones de las estufas del castillo.

La blusa de cutí azul dibujaba sus recias espaldas, descubriendo cuello y manos morenas; ancho sombrerón de detestable fieltro gris honraba su cabeza, monda y lironda ya por obra y gracia del barbero. Una hermosa tarde estival aguardaba a Amparo muy ufano, porque en los bolsillos de la blusa le traía melocotones, adquiridos en la plaza con sus ahorros.

En la feraz vega de Zaragoza, pasó por entre pilas de melocotones que parecían balas de fuego, y vio las lozanas viñas de uva retinta, cuyo zumo enardece la sangre de los paisanos de Lanuza.

Veíanse allí, en lechugas, pimientos, escarolas, cardos, acelgas y coliflores, todos los verdes de la paleta de nuestra madre Natura, mientras que las peras, los melocotones, los nísperos, los tomates, las manzanas, las uvas, los higos, las naranjas, las granadas, los limones y otros frutos, ostentaban variados colores y despedían ricos aromas.