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Llegamos, pues, por nuestras jornadas contadas a Montilla, villa del famoso y gran cristiano Marqués de Priego, señor de la casa de Aguilar y de Montilla. Alojaron a mi amo, porque él lo procuró, en un hospital, echó luego el ordinario bando, y como ya la fama se había adelantado a llevar las nuevas de las habilidades y gracias del perro sabio, en menos de una hora se llenó el patio de gente.

D. Luis Antonio Fernández de Córdoba Espínola y de la Cerda, Duque de Medinaceli, de Feria, Segorbe, Cardona, Alcalá y Camiña, Marqués de Priego, del Cogolludo y de Aitona etc. etc., mi señor Cavallero del insigne orden del Toisón de Oro, del Real de sán Genaro y del de Santiago.

Murió á 23 de enero el rey D. Fernando el Católico en Madrigalejo, y dejó mandado se le sepultase en Granada. Al pasar su cadáver por Córdoba, salieron a recibirle el obispo, el cabildo, las religiones, la ciudad y los caballeros con todo el pueblo, y el marqués de Priego, conde de Cabra, y otros grandes señores, le condujeron en hombros hasta la catedral, donde se celebraron suntuosas exequias.

¡Bravo, bravo! exclamó el marqués de Priego con ironía y aplaudiendo como si se encontrase en el teatro; ¡bravo! señor. ¿Pero usted, que todo lo sabe, podrá decirnos cómo Su Alteza el príncipe Arturo de Bretaña, a quien dio usted la vida, se ha encontrado de repente hombre influyente y consejero íntimo del rey de España? ¿Cómo su amigo el cantante ha llegado a ser hombre de Estado y empleado en misiones secretas e importantes cerca de varios soberanos de Europa?

¡Quién! exclamé; ¡Farinelli!... ¡ese músico!... ese cantor italiano... ostenta la orden de Calatrava, que se me ha rehusado... y es recibido en las habitaciones de Su Majestad mientras yo hago antesala, ¡yo, grande de España! ¡conde de Fonseca, marqués de Priego!... ¡Háganse cargo, señores, de los tiempos en que vivimos!

Se le ha propuesto dijo gravemente el hombre de la ropilla encarnada, pero ha rehusado... ¡Mozo: otra taza de chocolate! ¡El, ministro! exclamó el marqués de Priego en un acceso de ira, al cual el Duque de Carvajal se asoció fríamente por un movimiento de cabeza casi imperceptible; ¡él, ministro! Y, ¿por qué no?

Por ese canal empezaron á subir peces, y holgándose en aquella anchura, hicieron en breve considerable cria, que fomentó luego el marqués de Priego D. Alonso de Aguilar, señor del estado. Edificó este tambien una linda casa sobre el lago, adornándola con jardin, huerta y bosque, y otros deliciosos atractivos. Dirijamos el vuelo derecho á levante hácia el nacimiento del Monturque.

Allí estaba toda la taifa picaresca, comiendo, bebiendo, cantando y entregándose á desahogos no muy honestos, cuando fué cercado el ventorrillo por gran número de alguaciles que llevaban á la cabeza nada menos que al Asistente de Sevilla, don Pedro Carrillo de Mendoza, conde de Priego.

En la parte de esta Sierra colindante con las de Priego, Luque y Carcabuey, se crian muchos vegetales preciosos para la medicina: hay tambien canteras de jaspe rojo de muchas especies, mármoles, piedra blanca, alabastro y piedra comun, que beneficiaban los árabes.

Tiene usted razón, me sonrojo por la nobleza española. Y ambos, en testimonio de estimación, se dieron las manos al tiempo de separarse. Al salir, el marqués de Priego se encontró por casualidad al lado de Rodrigo Moncénigo. ¿No podría usted, señor barbero le dijo en voz baja, hablar por a Farinelli?