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El Gobierno va por sucesión, y el hijo primogénito del cacique gobierna á los jóvenes y se cría con espíritus generosos y señoriles, y cuando llega á edad de manejar los negocios públicos, gobierna en lugar de su padre, que da al hijo la investidura y posesión del Gobierno con muchas ceremonias y ritos; mas no por eso los vasallos pierden el amor y respeto al señor pasado; antes, cuando pasa de esta vida, le hacen solemnísimas exequias con infinitas supersticiones y llantos, y su sepulcro es una bóveda subterránea bien fortificada con palos y con piedras para que la humedad no corrompa los huesos y la tierra no le sea pesada.

Depósito, exequias y entierro, debían verificarse el día siguiente.

Dejaréis, por tanto, seguir á la Diligencia su rumbo al Sudoeste, y vosotros tomaréis el sendero que preferían siempre los Condes de Oropesa para dirigirse á Yuste desde su mencionada villa señorial, ora cuando el famoso Garci-Álvarez iba, á principios del siglo XV, á proteger la fundación del Monasterio, ora cuando un descendiente suyo acudía, ciento cincuenta años después, á visitar á Carlos V ó á asistir á sus exequias.

Acerca del último fin y eterna bienaventuranza, tienen estos ciegos idólatras muchos errores. Creen la inmortalidad de las almas, á quien llaman Oquipau, y que han de vivir y gozarse eternamente en el cielo, á donde las llevan sus sacerdotes. Cuando alguno muere le celebran sus exequias, más ó menos, según su esfera.

Lo que todos vinieron á concluir, reconocida esta tierra de la bahia de San Julian, y sus malas calidades, es que por allí no pueden habitar los indios por falta de leña, miel, caza, &a. sino que viven muy retirados; y discurrieron, que el sendero estrecho que siguió el Padre Cardiel cuatro jornadas es, ó de los Auracanos de Chile, ó de los Puelches y Peguenches, que vendrán tal cual vez por sal, de que carecerán en su país, á la laguna grande, ó á las otras de la cercanía de la bahia; y que este año moriria allí algun principal de ellos, para cuyas exequias matarian dos de sus mugeres y sus caballos, para que les hiciesen compañía en la otra vida, segun cree su ceguedad, y por el mismo motivo enterrarian con él todas sus alhajuelas.

No bien se recibe Rosas del Gobierno en 1835, cuando declara, por una proclamación, que los impíos unitarios han asesinado alevosamente al ilustre general Quiroga, y que él se propone castigar atentado tan espantoso, que ha privado a la Federación de su columna más poderosa. ¡Qué!... decían abriendo un palmo de boca los pobres unitarios al leer la proclama ; ¡qué!... Los Reinafé, ¿son unitarios? ¿No son hechura de López? ¿No entraron en Córdoba persiguiendo el ejército de Paz? ¿No están en activa y amigable correspondencia con Rosas? ¿No salió de Buenos Aires Quiroga con solicitud de Rosas? ¿No iba un chasque delante de él, que anunciaba a los Reinafé su próxima llegada? ¿No tenían los Reinafé preparada de antemano la partida que debía asesinarlo?... Nada; los impíos unitarios han sido los asesinos, ¡y desgraciado el que dude de ello!... Rosas manda a Córdoba a pedir los preciosos restos de Quiroga, la galera en que fué muerto, y se le hacen en Buenos Aires las exequias más suntuosas que hasta entonces se han visto; se manda cargar luto a la ciudad entera.

Hay una circunstancia curiosa que no debo omitir porque hace honor a Quiroga: en esta noche negra que vamos a atravesar no debe perderse la más débil lucecilla. Facundo, al entrar triunfante en La Rioja, hizo cesar los repiques de las campanas, y después de mandar dar el pésame a la viuda del general muerto, ordenó pomposas exequias para honrar sus cenizas.

A este famoso maestro, en cuya escuela recibió parte de su instrucción literaria, se le encargó que escribiese las poesías para llorar la muerte de Isabel de Valois, en cuyo trabajo le ayudó su discípulo. Al describir estas exequias, alaba el maestro á Cervantes, autor de un soneto, una elegía y algunas redondillas, y le llama su querido y amado discípulo. Tenía entonces veintiún años.

Este ataúd es de madera de castaño, y estuvo forrado de terciopelo negro. Hoy no contiene nada; pero en un tiempo contuvo otra caja de plomo, dentro de la cual fué depositado el cadáver del Emperador..... Hiciéronsele solemnes exequias por tres días, celebrando el Arzobispo de Toledo, Fr. Bartolomé de Carranza, á quien sirvieron de ministros el confesor del Emperador, Fr.

»Ante el cadáver del malogrado Churruca, los ingleses, que le conocían por la fama de su valor y entendimiento, mostraron gran pena, y uno de ellos dijo esto o cosa parecida: «Varones ilustres como éste, no debían estar expuestos a los azares de un combate, y conservados para los progresos de la ciencia de la navegación». Luego dispusieron que las exequias se hicieran formando la tropa y marinería inglesa al lado de la española, y en todos sus actos se mostraron caballeros, magnánimos y generosos.