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Preséntase aquí en abierta oposición con el gusto del público, puesto que califica á casi todas las piezas dramáticas más aplaudidas en su tiempo de espejos de disparates, ejemplos de necedades é imágenes de lascivia, acusando á los poetas de su indecible indulgencia con la ignorante muchedumbre.

Su alma, concentrada en el recuerdo del joven, había bebido en sus ojos, en su semblante, en su expresión, en su alma, no sabemos qué lascivia interna, misteriosa, incomprensible para doña Clara, pero ardiente, profunda, llena de voluptuosidad.

Si mi mirada amortiguada se fijaba casualmente en la calle en alguna mujer, al día siguiente recibía una carta en que ella, esposa o prostituta, me regalaba su desnudez, su amor, y todas las complacencias de la lascivia.

Pues, mal hombre, y protervo, y maldito que vos sois, exclamó doña Guiomar, ¿cuándo vos habéis merecido el amor, no digo yo mío, sino de cualquiera otra que como yo tenga alma? ¿ni qué sabéis vos qué cosa es amor, si en vos no hay más que deseo corrompido, y lascivia asquerosa, y sangre podrida, y alma ennegrecida por el continuo comercio y trato del vicio, de la mentira y de la desvergüenza? ¿Pero qué mucho que vos seáis así, si hombre sois? ¿ni cómo puedo deciros yo que os desprecio, sin decir que desprecio a los hombres todos? que no hay uno solo que merezca, no ya que una mujer le ame, sino que en él piense, según que lo veo en lo que vos sois, que habiendo recibido de Dios claro entendimiento, no habéis entendido las delicadezas del alma de las mujeres, y cuanto para ellas no hay otra vida que el amor de su alma.

Mas Dios Nuestro Señor que ama tanto á aquella nueva iglesia, no tardó mucho en castigar su hipocresía y lascivia, de suerte que quien supiese el castigo escarmentase, y juntamente tuviese tiempo la miserable é infeliz de pedir á Dios misericordia.

Tiburcio, bajo la inspección y dirección de Morsamor eligió a la gente de leva, hizo el ajuste y enganche y con el mayor secreto lo dispuso todo para la partida. Goa era en aquella edad la Síbaris del Oriente, centro de lujo, regalo y lascivia, donde los vencedores de Adamastor y de todos los genios del Mar Tenebroso recibían el galardón de sus estupendas victorias.

Y, por último, aunque se funde el amor de Dafnis y Cloe en la material hermosura de ambos, en su contemplación, y hasta en el deseo de lograr su posesión por completo, todavía, á par de este deseo, hay una amistad, un afecto entrañable, una terneza pura en ambos pastorcillos, que evitan el que sea su amor mera lascivia, y que le purifican y realzan.

Y don Álvaro, como si lo estuviera pasando todavía, describía la obscuridad de la noche, las dificultades del escalo, los ladridos del perro, el crujir de la ventana del corredor al saltar el pestillo; y después las quejas de la cama frágil, el gruñir del jergón de gárrulas hojas de mazorca, y la protesta muda, pero enérgica, brutal de la moza, que se defendía a puñadas, a patadas, con los dientes, despertando en él, decía don Álvaro, una lascivia montaraz, desconocida, fuerte, invencible.

Aquello que él llamaba placer material y tenía mucho de pueril, era el consuelo de su alma en los frecuentes decaimientos del ánimo. El Magistral había sido pastor en los puertos de Tarsa ¡y era él, el mismo que ahora mandaba a su manera en Vetusta! En este salto de la imaginación estaba la esencia de aquel placer intenso, infantil y material que gozaba De Pas como un pecado de lascivia.

El principal encanto de las caricias de Cristeta consistía en que no permitían precisar dónde acababa el amor puro y dónde empezaba la sensualidad. Tenía los enlaces perezosos y movimientos lánguidos con que ciertos animales mitológicos, mitad mujeres, mitad serpientes, se ciñen a los troncos de árbol; pero al mismo tiempo sus miradas permanecían limpias y exentas de lascivia.