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Al fin dijo con voz cavernosa: ¡Ah! ¿estás ahí, miserable, engendro del diablo, infame Cosme Aldaba, galopín maldito, envenenador protervo? pues espera, espera, que al fin te tengo en mis manos y frailes franciscos que vengan no te han de valer. Y se arrojó furioso sobre los dos hombres.

Entonces replicó el pajecillo: Aunque vuestra merced no conozca a esta persona, esta persona le conoce. Hoy, de mañana, pasó junto al lugar del rapto protervo, y oyó y vio a vuestra merced cuando de él se lamentaba. La persona es compasiva y excelente, y se enterneció. Ha tomado informes sobre todo lo ocurrido, y su enternecimiento se ha hecho mayor.

PABLO Verlaine tenía una sed fatal, una sed monstruosa y suicida, y bebió hasta la muerte. Tal vez oía la voz de una sirena fabulosa en el fondo glauco del ajenjo. El ruiseñor protervo iba al café D'Harcourt y bebía, bebía... Las cuartillas aguardaban en una carpeta, junto al tintero feo, mezquino, de fosforero de café.

Pues qué hay que extrañar que el Demonio que pudo moverles a estos tres míseros a tan execrables atrocidades queriendo ellos les moviera a un exterior furibundo, protervo, desesperado, que se mostrase despreciador de las llamas.

Y habiéndose tenido con él muchas audiencias con junta de muchos consultores y calificadores muy doctos de este Santo Oficio, procurándolo sacar de sus errores y que conociese la verdad, siempre habia estado pertinaz, protervo y obstinado, diciendo que la ley que él seguia era la verdadera que se habia de guardar.

Estos fueron mi recomendado Pedro Onofre Cortés de Guillermo, alias Moxina, a quien me tocó asistir por orden del Tribunal, junto con el Reverendísimo Padre Fray Luís Coll, Examinador Sinodal y Guardián que fue del gravísimo Convento de San Francisco de Asís y con el Padre Diego García, Catedrático de vísperas de Teología en este Colegio de Montesión de JESUS; y el otro protervo fue Miguel Valls, alias de Campos, que estaba encargado al Reverendo Padre Presentado Fray Vicente Pellicer, de la Religión de Santo Domingo, al Reverendo Padre Fray Benito Alomar, de la Orden de los Mínimos, Lector de Teología en su Religión y al Padre Pedro Bolós, de la Compañía de JESUS. Habían ambos estado, a lo que ellos decían, por lo menos en lo exterior hasta entonces reducidos y hacían ahora tema de su terquería obstinada.

Pues, mal hombre, y protervo, y maldito que vos sois, exclamó doña Guiomar, ¿cuándo vos habéis merecido el amor, no digo yo mío, sino de cualquiera otra que como yo tenga alma? ¿ni qué sabéis vos qué cosa es amor, si en vos no hay más que deseo corrompido, y lascivia asquerosa, y sangre podrida, y alma ennegrecida por el continuo comercio y trato del vicio, de la mentira y de la desvergüenza? ¿Pero qué mucho que vos seáis así, si hombre sois? ¿ni cómo puedo deciros yo que os desprecio, sin decir que desprecio a los hombres todos? que no hay uno solo que merezca, no ya que una mujer le ame, sino que en él piense, según que lo veo en lo que vos sois, que habiendo recibido de Dios claro entendimiento, no habéis entendido las delicadezas del alma de las mujeres, y cuanto para ellas no hay otra vida que el amor de su alma.