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Actualizado: 9 de junio de 2025
Sintió el olor de una rosa muy grande que Ana oprimía contra los labios de su buen amigo, de su hermano mayor; la música de las palabras se mezclaba con el aroma de la flor en mística composición.... «Ay, sí, amor, y buen amor era todo aquello.... Era un enamorado; el amor no era todo lascivia, era también aquella pena del desengaño, aquella soledad repentina, aquel dolor dulce y amargo, todo junto, capaz de redimir la culpa más grave.
No la atenúa la consideración de que nuestra sangre está viciada. No es vicio, en quien el vigor y la salud del cuerpo, si no hermosean, mitigan la fealdad. Es pecado pasado por alambique: extracto, esencia, refinamiento espantoso de lascivia. »¿Y cómo estaba yo tan ciego para no verlo y horrorizarme? Yo lo creía todo etéreo, santísimo, limpísimo.
Procuró éste con dulcísimas palabras y mucha afabilidad mitigar el odio de la madre y ganarla el ánimo, á fin de poder bautizar al niño; mas todo fué en vano, porque el demonio hablando por boca de una mujer en todo suya, no menos por la infidelidad que por la lascivia, y vomitando contra el Misionero y contra aquel Santo Sacramento tantas injurias y blasfemias cuantas diría un dementado en lo más ardiente de sus furias, exhortaba á la madre no permitiese lavar á su hijo en las santas aguas del bautismo; porque le sucedería lo que á otra madre mal aconsejada, que ofreciendo su hijo para ser bautizado, lo mismo fué caer sobre el niño el agua santa, que salir de esta vida.
La codicia había sido, sin embargo, peor que la lascivia, ya que, si bien toda revolución herética o impía empezaba con deportes, amoríos y relajación de costumbres, siempre era la codicia la que lograba que triunfase, convirtiendo la revolución en cucaña, en cuyo extremo superior se ponían los bienes de la Iglesia.
Era dotado de castidad tan angélica, que murió con la entereza virginal, sin empañarla ni aun con la más leve sombra de mancha; antes viéndose en un clima en que domina la lascivia tanto, y entre gente muy disoluta en la deshonestidad, alcanzó del cielo que aquellas tentaciones y estímulos á que había de estar sujeto, ó por universal pena del pecado ó por maligna sugestión del enemigo infernal, se le conmutasen en otra materia, de suerte que no fuese tentado de perder esta preciosa joya, y entre tanto no le faltasen enemigos domésticos que vencer.
La más desaforada piruja, la que, abusando de la lascivia senil y fomentándola con maña diabólica, llega a apoderarse del corazón y de las riquezas de un viejo chocho, ya suele mostrarse generosa para hacerse perdonar sus bellaquerías, aun sin tener el menor resquicio de bondad en su alma, ya para serenar su conciencia echa en la balanza de sus acciones alguna buena que sirva de contrapeso a las malas.
Cuidado, hija mía, mucho cuidado. A su poligamia contesta con tu castidad, a su lascivia con tu abstinencia. Aguanta, resiste, y no degrades tu corazón dándolo a algún mequetrefe que lo tome por vanidad, y por hacer gala de tu conquista entre los tontos y desocupados.
Los bienes superfluos traen la libertad y la avaricia, del mismo modo que el agua rebalsada cría sabandijas y sapos inmundos; la lascivia triunfa y los ánimos pierden la primitiva rudeza, a la par de las espadas que se afinan como alfileres y se les recubre de terciopelo y pedrería para no amedrentar a las damas en los estrados.
Vio con esto el cielo abierto don Baltasar, y avanzando viento en popa por el dulce mar de su amor y de su deseo la nave de sus esperanzas, acudió a la siguiente noche a la reja, donde acabó de perderse en su error, y de perder a mi madre, la inocente, que un tal engaño y una tal traición había de pagar tan caros; y no pasando mucho tiempo, porque la infame Lisarda, oyendo con demasiada facilidad y ansioso deseo los consejos de su lascivia, no tardó en franquear un postigo, que por un zaguán a una oscura sala baja daba, al enamorado don Baltasar.
-En materia ha tocado vuestra merced, señor canónigo -dijo a esta sazón el cura-, que ha despertado en mí un antiguo rancor que tengo con las comedias que agora se usan, tal, que iguala al que tengo con los libros de caballerías; porque, habiendo de ser la comedia, según le parece a Tulio, espejo de la vida humana, ejemplo de las costumbres y imagen de la verdad, las que ahora se representan son espejos de disparates, ejemplos de necedades e imágenes de lascivia.
Palabra del Dia
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