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El valiente soldado contaba ya unos setenta años de edad, y estaba abrumado de achaques que ni aun su marcial espíritu, ni los recuerdos de sus altos hechos podían mitigar.

Paz, al verle marchar, se entró a su gabinete, y desde allí, apoyada la frente en la vidriera del balcón, le vio perderse entre los árboles del paseo, como el primer día que se hablaron. En seguida se echó en una butaca y lloró, sin que el dejo dulcísimo de aquel beso, que aún creía sentir sobre la boca, bastase a mitigar la amargura que la inundaba el alma.

Ninguna voz viene a distraer a aquella mujer de su soliloquio, ni ninguna exigencia absoluta puede mitigar la intensidad de sus vanos pesares y de sus escrúpulos superfluos.

-No es posible, señor mío, sino que estas yerbas dan testimonio de que por aquí cerca debe de estar alguna fuente o arroyo que estas yerbas humedece; y así, será bien que vamos un poco más adelante, que ya toparemos donde podamos mitigar esta terrible sed que nos fatiga, que, sin duda, causa mayor pena que la hambre.

»Resuelta estoy a restaurar con plegarias, cristianas meditaciones y dura penitencia la espantosa ruina en que mi virtud se deshizo. Humillada y contrita estoy, y con todo, no noto en el arrepentimiento. A mi mente acuden en tropel ideas y razones, si no para justificar, para disculpar en parte mi pecado, y, cuando no para absolverme, para mitigar la sentencia que me condena.

Cuando salieron de Madrid habían dado ya las doce de la noche. Era clara y fría como suelen serlo las del invierno en la capital de España. El disco de la luna resplandecía sobre la llanura árida que se extiende a entrambos lados de la carretera. La augusta serenidad del cielo tachonado de estrellas no logró mitigar la tortura del artista.

Como decorativo, lo era; para aparecer colgado en el crucero de una iglesia estaba muy bien; pero no andaba en el agua. Así son muchas de nuestras cosas. Para mitigar este fracaso, Shacu se avino, por consejo de Caracas, a prestarnos una chanela de Zapiain, el relojero y corredor de comercio. Esta chanela, que Shacu guardaba, se llamaba el Cachalote.

La Belleza opulenta en encantos y ricos vestidos, persuasiva en el hablar y española en el acento. En vano repitió la invitación del Excelsior. El hijo de las sierras rechazó a la Belleza con gallardía, no sin mitigar el desaire con una sonrisa y su última moneda de oro. Volvió a montar después, y emprendió su camino por la triste calle abajo, y luego por la llanura siempre lúgubre.

La descripción que se hace de la conducta del demonio, por una parte, predicando el amor de Dios y haciendo milagros para terminar cuanto antes la misión fatal que se le ha ordenado; las frases obscuras é incomprensibles, con que expresa su repugnancia á llenarla, y el éxito extraordinario de sus obras, contrarias á su propio interés; los medios de que se vale para mitigar algún tanto su dolor, atormentando á los demás monjes, y asustándolos con sus apariciones repentinas cuando creen que está más lejos de ellos; y por último, su regreso á los infiernos después de ejecutar en todo los mandatos divinos, todo esto, repetimos, es de una gracia y de un ingenio incomparable.

Procuró éste con dulcísimas palabras y mucha afabilidad mitigar el odio de la madre y ganarla el ánimo, á fin de poder bautizar al niño; mas todo fué en vano, porque el demonio hablando por boca de una mujer en todo suya, no menos por la infidelidad que por la lascivia, y vomitando contra el Misionero y contra aquel Santo Sacramento tantas injurias y blasfemias cuantas diría un dementado en lo más ardiente de sus furias, exhortaba á la madre no permitiese lavar á su hijo en las santas aguas del bautismo; porque le sucedería lo que á otra madre mal aconsejada, que ofreciendo su hijo para ser bautizado, lo mismo fué caer sobre el niño el agua santa, que salir de esta vida.