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Actualizado: 9 de junio de 2025


Es cómica, sin que el autor lo quiera, la pretensión de hallar inauditas novedades en los refinamientos y quintas esencias con que la moderna cultura presta hechizos supremos a la lascivia. Yo entiendo, y todo el mundo entenderá lo mismo, si bien lo recapacita, que en el vicio mencionado, así como en todos los demás, no ha habido el menor progreso desde las edades patriarcales.

Las mujeres a quienes venció no eran dignas de ser conquistadas: unas, porque valiendo poco le costaron mucho; otras, porque no se rindieron al galán seductor, sino a su propia desesperada lascivia; ya eran jovencillas viciosas, ex vírgenes locas; ya mal casadas, ya viudas consumidas en forzosa continencia.

Un momento se habían encontrado sus ojos con los de Mesía, pero no se habían turbado ni escondido como otras veces; le habían mirado distraídos, sin que ella procurase evitar el contacto de aquellas pupilas cargadas de lascivia y de amor propio irritado, confundido con el deseo. Todos callaban en el balcón mientras la Regenta se alejaba y desaparecía por la calle desierta.

Eso hacía, sin darse cuenta de que tomaba parte en aquellos furores de lubricidad con aires de pasión, la lascivia, la corrupción de su temperamento fuerte, extremoso y de un vigor insano en los extravíos voluptuosos.

Hemos de matar en los gigantes a la soberbia; a la envidia, en la generosidad y buen pecho; a la ira, en el reposado continente y quietud del ánimo; a la gula y al sueño, en el poco comer que comemos y en el mucho velar que velamos; a la lujuria y lascivia, en la lealtad que guardamos a las que hemos hecho señoras de nuestros pensamientos; a la pereza, con andar por todas las partes del mundo, buscando las ocasiones que nos puedan hacer y hagan, sobre cristianos, famosos caballeros.

La furia del exercito presente, Que olvidado de gloria y de trofeo Yace embebido en la lascivia ardiente: Esto solo pretendo, esto deseo Volver á nuevo trato á nuestra gente, Que enmendado primero el que es amigo, Sujetaré mas presto al enemigo. Mario? Sale GAYO MARIO. Señor?

No he visto nada más feo, más repulsivo, que esos negros sudorosos; me daban la idea de orangutanes bramando de lascivia...

El recordaba añejas historias que había leído o escuchado referentes a Toledo, lúbricas historias que desprendían, como ropas de amantes, un olor de fiebre y de lascivia. Por eso aquella ciudad le hablaba ahora con el lenguaje de su propio dolor, cual si fuera el trasunto corpóreo de su alma. Toledo era la ciudad arrepentida y penitente, la ciudad expiatoria.

Y como usted no hace la sustracción y el despojo por vehemencia afrodisiaca, sino por preocupación de escuela ultra-naturalista, los versos, ni siquiera resultan fervorosos de libertinaje, sino fríos, afectados y artificiosos, con refinamientos de sensualidad enfermiza, que apela á espejos y á otras diabólicas travesuras. Parece lascivia de viejo, y, por consiguiente, falsa, pues usted es mozo.

Todo por una mujer de otra raza cuya ley religiosa no había querido indagar demasiado para que el grito de la conciencia no viniese a perturbar su lascivia. ¿Qué sabía de nuevo? ¿Qué leve indicio había logrado sorprender después de visitar día a día aquella casa, cuyos muros guardaban, quizá, el secreto de la conspiración? Su voluntad se enhestó.

Palabra del Dia

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