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Otra costumbre hay en Paris y en toda la Francia en general que no dudamos calificar de bárbara y cruel: nos referimos á la ceremonia de acompañar al cementerio el mas próximo pariente del finado.

Elena la animó á que hablase, y entonces la mestiza dijo resueltamente: Yo estaba al servicio del finado don Pirovani, y como ya es difunto... por lo que todos sabemos, debo irme. Manifestó la señora su extrañeza ante tal decisión. Podía quedarse; ella estaba contenta de sus servicios. La muerte del italiano no era motivo suficiente para que se marchase.

En carta que escribía al general La Madrid en 1832, le decía: «Cuando fuí invitado por los muy nulos y bajos Bustos e Ibarra, no considerándoles capaces de hacer oposición con provecho al déspota presidente don Bernardino Rivadavia, los desprecié; pero habiéndome asegurado el edecán del finado Bustos, coronel don Manuel del Castillo, que usted estaba de acuerdo en este negocio y era el más interesado en él, no trepidé un momento en decidirme a arrostrar todo compromiso, contando únicamente con su espada para esperar un desenlace feliz... ¡Cuál fué mi chasco...!»

Al pobre Trifón le salían los versos montados unos sobre otros: igual defecto tenía en los dedos de los pies. El entierro del ateo fue una solemnidad como pocas. Acompañaron a la última morada el cadáver del finado las autoridades civiles y militares; una comisión del Cabildo presidida por el Deán, la Audiencia, la Universidad, y además cuantos se preciaban de buenos o malos católicos.

Eran las cinco y a las doce volvería a convertirme en Rodolfo Raséndil, transformación a la cual me referí chanceándome. Y afortunado será usted comentó Sarto, si a las doce no es el finado Roberto Raséndil. ¡Vive el cielo! No sentiré mi cabeza segura sobre los hombros mientras se halle usted en la ciudad. ¿Sabe usted, amigo Raséndil, que el duque Miguel ha recibido hoy noticias de Zenda?

La contemplaba tal como se la había descrito muchas veces el «finado tío», en el estrado de su caserón de Salta, con ricas medias de seda, de las cuales cambiaba tres pares por día, mirándose con un orgullo de raza sus breves pies estrechamente calzados.

Al quinto día de acaecida la defunción, creen que el muerto se aparece al que duerme en la misma cama del finado. Al sacar el cadáver de la casa, ponen á todos los chicos sentados en la escalera, de forma que el ataúd pase por cima de ellos. De no hacer esto, y no cerrar inmediatamente que sale el féretro todas las ventanas, se cree que pronto entrará en la casa otra muerte.

Por mi parte estoy dispuesto a cumplir en un todo la voluntad del finado; bien lo sabes... Pero temo que apesar de sacrificar otros quehaceres... Nada, no hablemos más de eso. Como en el testamento se señala, en defecto de V., a tío Manolo, que él se encargue, ya que está desocupado. D. Bernardo sonrió irónicamente al escuchar el nombre de su hermano.

El pleito lo empezó mi finado tío, aquel que se carteaba con nuestros parientes de España, condes y duques, como ya le dije; y luego, mi finado el doctor, que sabía mucho, consiguió una sentencia favorable. Vea, señor, la cosa no puede ser más seria: una donación del rey... del rey de las Españas; un regalo que le hizo a uno de nuestros abuelos, el alférez Vargas del Solar.

La Gaceta de Buenos Aires publicaba después una carta de Cullen a Rosas, en que había indicios claros de la complicación del gobierno de Santa Fe en el asesinato de Quiroga, y como el finado López, decía la Gaceta, tenía plena confianza en su secretario, ignoraba el atroz crimen que éste estaba preparando.