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Es de tal suerte mi amor, que la quiero á usted más, altiva que risueña, que padezco horriblemente con sus desdenes y padecería aún más si, confundida con el vulgo de las coquetas, me otorgara los pequeños favores que halagan la vanidad, que gozo con que usted me desprecie y me haga llorar y que todas estas extravagancias se las cuento para que usted me desprecie todavía más y se acreciente el sabor dulce que percibo en el fondo de sus desprecios. ¡Seré insensato!

Mucho que . Necesítase un ser que todo lo fíe al movimiento, un ser audaz que desprecie á todos los mencionados como enclenques ó tardígrados, que considere la corteza como cosa subordinada y concentre la fuerza en . El crustáceo rodeábase de una especie de esqueleto exterior.

Además, Rafael y Roberto se encargaban de dar a la merienda el tono de distinción que tanto agradaba a doña Manuela. ¡Vaya unos chicos atentos! ¡Cómo sabían obsequiar a las muchachas...! «No me desprecie usted esta aceituna...» «Lolita, ¡por Dios! acepte usted esta rodajita de salchichón...» «Vamos, un pedacito más: ¡no me deje usted feo

No; no he dejado yo por ignorancia ningún regalo, ninguna dulzura, ninguna gloria: todo lo conocía y lo estimaba en más de lo que vale cuando lo desprecié por otro regalo, por otra gloria, por otras dulzuras mayores.

Nadie te desprecie. 1 Amonéstales que se sujeten a los príncipes y potestades, que obedezcan, que estén prontos a toda buena obra. 2 Que a nadie infamen, que no sean pendencieros, sino modestos, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres. 4 Pero cuando se manifestó la bondad del Salvador nuestro Dios, y su amor para con los hombres,

Usted vivía con ella, y la vigilancia, la crueldad de tres señoras ridículas y de un viejo extravagante impedían que la viera, que la socorriera, librándola de tantos martirios. Usted vivía allí, y no le hablaba, no le consolaba, no aparentaba quererla. "He aquí mi ocasión dije yo. Lázaro aparece á sus ojos como un ingrato: ¿no será posible que ella le desprecie?

¡Ta! ¡ta! ¡ta! dijo el bufón, mientras Juan Montiño, el alférez Saltillo, Velludo, el cocinero mayor, los hombres que conducían el bulto y los dos soldados de la guardia española, entraban en la hostería de donde habían salido los tres jóvenes ; mucho será que el misterio de ese nacimiento no se aclare esta noche para el señor don Juan Girón y Velasco. ¡Pobre Dorotea! todo la viene mal: el don Juan, al saber quién es, puede suceder que la desprecie. ¡Oh, Dios mío! ¡Dios mío! ¡hay criaturas que nacen maldecidas!

Se cruzó ese joven de una manera providencial, rescató las cartas... esto puede ser un motivo de odio que determine una calumnia del bufón. Además, lo que me ha dicho podía saberlo, y lo sabía sin duda, sin necesidad de que ese joven se lo dijese. Es necesario no obrar de ligero... ¿Pero y si ese empeño de que yo desprecie á don Juan, fuese porque le haya visto la Dorotea y le ame?

Desprecie el hacer parte de una camada de lobos aunque hubiera sido para guiarlos. El leon esta solo en el bosque que habita; yo estoy solo como el leon. ?Y porque no vivir y obrar como los demas hombres?

Á todos sus ruegos y razones respondía cada vez con mayor energía: «¡no quiero! ¡no quieroEl mismo capitán fué desairado. Perdóneme usted, D. Félix le respondió con resolución la altiva zagala. Todo cuanto usted me mande lo haré menos eso. ¡Dejarla! ¡dejarla! exclamó Jacinto con voz alterada. No la molestéis más. Ya no quiero esa prenda de sus manos. Que me la entregue quien no me desprecie.