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Actualizado: 13 de julio de 2025
Nuestro don Gil reflexionó que el finado le había pedido muchas gollerías; que podía entrar en la fosa común sin asperges, responsos ni sufragios; y que, en cuanto a ropaje, bien aviado iba con el raído pantalón y la mugrienta camisa con que lo había sorprendido la flaca.
Un doctor manda mucha fuerza, y más si es doctor porteño, pues ahora ellos se lo guisan y se lo comen todo, sin dejar nada para los demás, según decía mi finado... Si es tan amable que quiere oírme, yo le explicaré mi pleito, y a él de seguro le bastará una palabrita a los que mandan para que todo se arregle «sobre el tambor», como decimos allá.
En fin, no cesa de reprochar al finado señor Laroque, hijo, su admirable salud que jamás permitió á su mujer desplegar las cualidades de enfermera, de que rebosa su corazón. Entretanto, ha tenido, en estos últimos días, la idea de agregar á su sillón una especie de nicho en forma de garita, para resguardarse de los vientos colados.
Y ahora, señor continuó la vieja , los Vargas del Solar somos pobres por culpa del pleito que no termina nunca. Las revoluciones y las guerras nos fundieron... Dicen que para que nos den lo que es nuestro es preciso mensurar el campo con arreglo a los títulos, y para hacer esa mensura se va a necesitar un año, o tal vez más, y muchos hombres, que habrán de vivir como se vive en el Polo; y esto costará mucha plata y la habremos de pagar nosotros... Hay en el campo mucha tierra que no sirve: peñascales, montañas; pero hay minas y hay también buenos pastos. Por mí, no me movería a nada: yo necesito poco para mantenerme. Pero están mis nietos, mis pobrecitos, condenados a vivir en esa tierra de gringos; está mi hija, y quiero verla rica en Buenos Aires con el señorío que merece... Además, pienso en mi finado el doctor, que pasó su vida penando por sacar adelante el pleito. Seguramente que se alegrará en la otra vida si le digo cuando nos encontremos después de mi muerte que el campo ya es de la familia y que lo he conseguido yo. ¡
Nada tenía de extraño que procurase, como lo había insinuado Jorge, conquistar a un personaje que ocupaba en su país lugar inmediato al del Rey; porque el Duque era hijo del finado rey de Ruritania y de su segunda y morganática esposa y, por consiguiente, hermano paterno del nuevo Rey.
Simón aguantó esta acometida al pecho, con la imperturbabilidad de un soldado ruso; y como si el golpe nada tuviera que ver con él, dijo a su señora compungiendo bastante la voz: ¡Cuántas veces previne al difunto señor marqués y a la también ya difunta señora marquesa, que cierto sistema de gastos llevaba los caudales a las manos de los usureros, y que caer en estas manos era punto menos que caer en una lumbre!... Después, quisiera yo que recordara la señora lo que costó la irremediable desgracia de su igualmente finado esposo: allí quedó mucho entre los escombros, y casi otro tanto en poder de la justicia, que no deja de ser fuerte de manos para agarrarse al dinero.
Sólo vive cuando puede hablar de «su finado». Y si la conversación cambia de tema, pierde todo interés para ella y parece dormirse con los ojos abiertos. Una idea repentina hizo abandonar a Maltrana su tono ligero. Pero ¿se ha fijado usted, Ojeda, en el modo de ser de estos hermanos nuestros?
Palabra del Dia
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