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Perfectamente. Cada vez era mayor la algazara. La imperturbabilidad del conde hacía muy buen efecto. Detrás de aquellas bromas se adivinaba que sus amigos le querían y respetaban su valor. En esto apareció un criado y le presentó una carta en bandeja de plata. La tomó y la abrió con curiosidad. Al recorrerla volvió a sonreír y la pasó a los que tenía al lado.

Los que sigan la lectura de este libro podrán comprobar en los datos estadísticos el escaso número de niños de ambos sexos, de los que asisten á las escuelas que hablen el español, siendo de advertir que la provincia de Albay costea la educación de maestros y maestras; pero estos al encontrarse al frente de la enseñanza en sus respectivos pueblos, se olvidan en absoluto de sus compromisos y emprenden sus explicaciones en la lengua local, y para cubrir las formas y en previsión de las pocas visitas del Inspector provincial, fijan en la memoria de sus educandos algunas contestaciones en español, y como el significado no puede apreciarlo la inteligencia por no conocer el valor de las palabras, de aquí el que en una ocasión presenciáramos la gran imperturbabilidad de un maestro que oía decir en forma coreada á sus discípulos, que los enemigos del alma eran mimoria, intindimiento y voluntad.

Cierto que no estaba el banquero en el pleno goce de su natural imperturbabilidad cuando estas cosas decía, como no lo había estado cuando se halló de improviso en el mismo hotel que habitaba, con la presencia de sus egregios amigos; que a este mismo «fenooómeeno» se agarró él como prueba de la existencia de la enfermedad, y que afirmó que la había cogido repentinamente una noche, muy pocas antes, en lo alto de la calle de Alcalá, hablando, desabrigado, con el ministro de Hacienda.

Respondióme que me había tomado yo un trabajo bien ocioso, aunque me le agradecía mucho. Las cosas concluyó en el tono sentencioso que tan propio le era , pa rodar bien, han de rodar por mesmas jancia unu. Aquel hombre era la parsimonia y la imperturbabilidad en carne y hueso, y las mismas pulsaciones tenía delante del oso en su caverna, que al calorcillo de la novia.

Simón aguantó esta acometida al pecho, con la imperturbabilidad de un soldado ruso; y como si el golpe nada tuviera que ver con él, dijo a su señora compungiendo bastante la voz: ¡Cuántas veces previne al difunto señor marqués y a la también ya difunta señora marquesa, que cierto sistema de gastos llevaba los caudales a las manos de los usureros, y que caer en estas manos era punto menos que caer en una lumbre!... Después, quisiera yo que recordara la señora lo que costó la irremediable desgracia de su igualmente finado esposo: allí quedó mucho entre los escombros, y casi otro tanto en poder de la justicia, que no deja de ser fuerte de manos para agarrarse al dinero.