United States or Greenland ? Vote for the TOP Country of the Week !


En este castillo encontró un pronto asilo el Rey D. Pedro el Ceremonioso, cuando alterado el reino con la Union, celebrando córtes en el convento de Santo Domingo de Zaragoza, llamó en ellas traidor al infante D. Jaime su hermano, é impuso silencio á D. Juan Gimenez de Urrea Sr. de Viota, que quiso salir á la defensa del infante, lo que dió lugar á que un criado de éste abriese las puertas y entrase la multitud enfurecida, con cuyo motivo sacaron el Rey y los de su acompañamiento las espadas.

Pero enfurecida la canalla con este justo castigo, se puso en sedicion con propósito firme de estorbar á todo trance que fuese ejecutado.

Podía una morirse en medio de la calle, bien segura de que nadie acudiría en su auxilio. Y doña Manuela, enfurecida por lo difícil de la situación, crispaba sus manos arañando los adornos de su bata. Sólo una esperanza le restaba, pero no quería pensar en ella, pues en su interior elevábase como una voz de protesta.

¡Pobre chico! ¿Qué culpa tiene él de que se le escape la saliva? repuso aquélla sonriendo. ¡Anda! ¿Y qué culpa tengo yo? exclamó enfurecida la otra. Mario rió la ocurrencia, irritado contra el violinista que le había impedido extraviarse por la floresta. Romadonga la amenazó con el dedo. ¡Niña! ¡niña! ¿Qué le duele a usted, D. Laureano? A nada.

Y que te brinde copa reluciente, Y al apurarla lleno de embriaguez, En la lengua te pique una serpiente, Que surja enfurecida de la hez. Luego te traiga naipes caldeados, Y te obligue con ellos á jugar, Y sientas por tus dedos abrasados Tu negra sangre á chorros destilar.

Las chispas rodaban sobre los volúmenes hasta hacer presa en ellos, y sus puntos rojizos, agitándose como larvas ardientes, roían las hojas antes que se cebara en ellas la enfurecida llama. Las tapas y las cubiertas empezaban a retorcerse.

Lo único que brillaba en su cabeza eran los pelitos rubios, tendidos sobre las almohadas, y en esta madeja rizosa quebrábase con extraña luz el resplandor del candil. La madre lanzaba gemidos desesperados, aullidos de fiera enfurecida. Su hija, llorando silenciosamente, tenía necesidad de contenerla, de sujetarla, para que no se arrojase sobre el pequeño ó se estrellara la cabeza contra la pared.

¡Que te quites, chicuela! gritó enfurecida. ¡Lárgate ahora mismo! Al mismo tiempo le dio un fuerte empujón. Josefina, después de tambalearse, rodó por el suelo, dando con la cabeza en el pie de una silla. Alzose llevando la mano al sitio dolorido, pero no lloró.

La juventud masculina, lo mismo que la femenina, tratan de calmar a la enfurecida Carmelita. El capitán y el alférez echan sobre toda la culpa. Es en vano. La cólera no se apaga hasta que no se descarga de palabras bien ofensivas y pesadas.

Un día, las vagonetas, al chocar unas con otras, aplastaban á un obrero: otro día saltaban de los rieles al bajar por el plano inclinado cayendo sobre un grupo encorvado ante el trabajo, que no recelaba la muerte traidora que llegaba á sus espaldas: los barrenos estallaban inesperadamente abatiendo los hombres como si fuesen espigas; llovían pedruscos en mitad de la faena, matando instantáneamente; y por si esto no era bastante, había que contar con los navajazos á la salida de la taberna, con las riñas en la cantera, con las disputas en los días de cobro, con la feroz acometividad de aquella inmensa masa ignorante y enfurecida por la miseria, en la cual vivían confundidos los que al salir de los penales de Santoña, Valladolid ó Burgos no encontraban otro camino abierto que el de las minas de Bilbao, en las que se necesitaban brazos, y á nadie se preguntaba quién era y de dónde venía...