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Desde luego afirmo que estos hermosos fines no han de lograrse en ciertos colegios ni en parte alguna donde la distinguida y mal acostumbrada educanda viva «a uso de tropa». De este modo se aprende todo, si se aprende algo, como el soldado la táctica y las leyes penales: maquinalmente y a la fuerza; y no se toma amor, sino miedo y repugnancia, a las tareas y al cuartel mismo, con sus largos y desnudos pasadizos, sus enfilados dormitorios, sus lechos de contrata, sus vigilantes antipáticos y su refectorio mal oliente.

Los establecimientos penales de la Suiza, están en perfecta consonancia con su admirable estado de progreso. Un régimen interior ejemplar y religioso, los trabajos del campo, el buen sistema de alimentacion, la enseñanza que reciben, los ejemplos morales que se les ofrecen, las prácticas religiosas á que tienen que consagrarse, todo en una palabra es admirable y no deja nada que desear.

Ya... será un bacalao ese padre Rubín. ¿No le di ya a usted una credencial de Penales para un Rubín? Usted por lo visto protege a esa familia. Yo no protejo familias, niño. Déjese usted de protecciones... Sólo que me intereso por las personas de mérito. Por no ha de quedar. Le daré otro achuchón a Cárdenas. Pero, lo que digo, son plazas que tienen muchos golosos.

El día que vuelva a mi ramo, no admito credencial que sea inferior a treinta. Pero como aquí se hacen mangas y capirotes de los derechos adquiridos... ¡qué país! Yo entré en Penales con ocho, después me pasaron a Instrucción Pública con diez, luego cesante, y al fin, para no morirme de hambre, tuve que aceptar seis en Loterías.

A despecho de Océanos y desiertos, de hambre y peste, de espías y leyes penales, de calabozos y torturas y de los más espantosos suplicios, los jesuítas penetraban, bajo cualquier disfraz, en todos los países; como maestros, como médicos y como siervos; arguyendo, instruyendo, consolando, cautivando los corazones de la juventud, animando el valor de los tímidos, presentando el Crucifijo ante los ojos del moribundo.

Serás el dispensador de la justicia; interpretarás según tu criterio las leyes hechas por los otros; poseerás el privilegio de establecer lo que es el Bien y lo que es el Mal, cambiando de opinión cada siglo. Sujetarás todos los delincuentes á las mismas reglas penales, medida tan cuerda y acertada como si los médicos pretendiesen curar á los enfermos con el mismo remedio.

Los establecimientos penales de Lóndres, que hace pocos años se hallaban en un estado lamentable, han recibido últimamente grandes mejoras, y su situacion actual es digna de ser estudiada por los viajeros.

Nadie obligaba, pues, á los cristianos á apostatar: podian permanecer en su religion sin ser molestados siempre que ellos no se propasasen á desobedecer las citadas leyes penales, y es claro que la generalidad de los mozárabes, que no se sentian animados de un estraordinario valor, cumplian con sus deberes religiosos y se justificaban á los ojos de Dios obedeciendo sumisos aquellas prohibiciones. ¿Mas habráse de deducir por esto que no era loable y muy de envidiar el santo celo de los mártires, que burlándose de las humanas leyes y de sus opresores se presentaban espontáneamente á declarar su y á vituperar los errores del mahometismo?

Los establecimientos penales de Berna se hallan muy bien organizados: tanto los hombres como las mujeres de las prisiones, son empleados con especialidad en los trabajos del campo. En Suiza existe la verdadera libertad política á que aspiran en vano las demas naciones.

Para tratar de esto y acordar lo más conveniente, llamó a Juan Pablo, que a la sazón había pasado de Penales a Sanidad, y podría tal vez poner a su hermano en Leganés, en un departamento de distinguidos, con pago de media pensión o quizás sin pagar un cuarto. Entre tanto, Fortunata, al salir de la casa de su marido, y antes de dirigirse a su nueva morada, encaminó sus pasos a la de D. Evaristo.