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Pueblo comercial de gran riqueza y cultura, Cádiz carecía de esa lastimosa hez; pero en aquellos tiempos de guerra muchos pedigüeños que pululaban en los caminos de Andalucía, refugiáronse en la improvisada corte.

Lo primero que lamenta un hombre honrado en Mabille, al ver aquellas beldades, hez de la sociedad, verdaderos sepulcros blanqueados, entregarse á los más repugnantes alardes de impudor, entre las frenéticas dislocaciones del obsceno cancán, es que á tanto y tan asqueroso vicio se haya erigido un templo tan hermoso; y como consecuencia de tan oportuna lamentación, échase uno á considerar lo que aquello sería y el apacible deleite que ofreciera si, en lugar de las turbas de impúdicas artificiales bellezas que se subastan allí, haciendo, para lograrlo mejor, una repugnante gimnasia, lo poblaran mujeres honradas y de buena educación.

Y que te brinde copa reluciente, Y al apurarla lleno de embriaguez, En la lengua te pique una serpiente, Que surja enfurecida de la hez. Luego te traiga naipes caldeados, Y te obligue con ellos á jugar, Y sientas por tus dedos abrasados Tu negra sangre á chorros destilar.

Las voces crecieron y se propagaron de modo atronador; y poco después, de un extremo al otro del Zocodover, el populacho rugía con salvaje fiereza, ávido de aquella hez de maldición y de espanto. Ramiro se empinó sobre el taburete.

Los mayorales, que han pasado la mañana reunidos en grupos, liada al braza la tralla, fumando y escupiendo por el colmillo, mandan noramala a las desharrapadas mozuelas que, con el décimo de la lotería en la mano y la hez del idioma en los labios, van de uno en otro ávidas de piropos soeces; cada hombre se coloca en su puesto, y empieza a oírse el grito tentador: ¡Eh, arriba! ¡a la plaza!

Mas no por esta mengua los valientes Del esquadron catolico temieron, Poetas madrigados y excelentes. Antes tanto corage concibieron Contra los fugitivos corredores, Que riza en ellos y matanza hicieron. O falsos y malditos trobadores, Que pasais plaza de poetas sabios, Siendo la hez de los que son peores.

Entre la hez del pueblo de Madrid fué muy famoso el sastre Juan Calvo y Vela con su Mágico de Salerno, cuya primera parte, plagada de las invenciones más absurdas, fué tan aplaudida, que compuso luego otras cuatro más extravagantes aún que la primera, si esto era posible.

De ordinario se presentan en parodia argumentos graves ó patéticos, en lenguaje lleno de refranes, alusiones, juegos de palabras y modismos propios de la hez del pueblo; y de este modo lo grandioso y conmovedor se trueca en ridículo por el contraste. El nombre y la forma parecen originarios de la mitad del siglo XVII.

Al concebir esta idea, una puerta ilusoria abriose de pronto en su imaginación, y sus ojos vieron de nuevo la figura sobrehumana de Felipe Segundo siguiéndole con la mirada a lo largo de los caminos. Todo su brío se desplomó. Hallose anonadado, vencido, por algo irresistible, como el poder de un hechizo funesto. ¡Ahora que su garganta sentía la hez nauseabunda de las ambiciones palaciegas!

22 Así dijo tu Señor, YO SOY tu Dios, el cual pleitea por su pueblo: He aquí he quitado de tu mano el cáliz de angustia, la hez del cáliz de mi furor, nunca más lo beberás. 23 Y lo pondré en la mano de tus angustiadores, que dijeron a tu alma: Encórvate, y pasaremos. Y pusiste tu cuerpo, como tierra, y como camino, a los que pasan.