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Ahí dentro tengo una Vida de San Vicente Ferrer, mi ilustre patrón, al que con motivo llama su panegirista «el San Pablo español». No se imagine que es un librillo de los de ahora, sino un volumen con tapas de pergamino, impreso hace siglos, y su autor es el reverendo padre Valdecebro, varón de gran fama por las obras que escribió sobre la vida de los animales... Pues el padre Valdecebro cuenta que la madre del santo, cuando estaba en su embarazo, sentía grandes inquietudes y miedos por lo desmesurado de su vientre y los ruidos que hacía la criatura.

Encima de la mesita de caoba cuyos bordes afiligranaba una incrustación de nácar, había un grueso álbum de retratos con el terciopelo de las tapas ya gastado, como felpa de viejo bargueño. La mayoría de los retratos se habían descolorido; en algunos apenas era posible distinguir otra cosa que el espectro de la imagen.

Dimensiones del forro ó entablado de las cubiertas, y si las costuras de estas tenían curvatura horizontal, esto es, si eran de doble curvatura ó si eran, como ahora, curvas planas paralelas al plano diametral del buque. Disposición y menas de la clavazón de los forros exterior é interior, y de las cubiertas. Si llevaba batayolas ó sólo tapas de regala cubriendo las cabezas de los barraganetes.

Lo amaba, porque había sido de mi padre: todo era en él precioso para , sus grabados en madera, sus tapas comunes, bastante estropeadas, sus ángulos doblados por los golpes que sufría, sus páginas descoloridas, en las que mis ojos inquietos se solían detener de paso.

Las chispas rodaban sobre los volúmenes hasta hacer presa en ellos, y sus puntos rojizos, agitándose como larvas ardientes, roían las hojas antes que se cebara en ellas la enfurecida llama. Las tapas y las cubiertas empezaban a retorcerse.

Debe adoptarse para La Santa María la de hierro más sencilla, teniendo en cuenta que su construcción era ligera y económica. Llevaban tapas de regala muy gruesas formando bordón saliente. En los castillos de popa y proa se formaba un almenado de tabla para defensa de los arqueros ó se colgaban los paveses blasonados de los combatientes, de donde vino luego la pavesada.

Con la marcha del estudiante acababan en casa de los Luna las veladas, en las que el campanero, el pertiguero, los sacristanes y demás empleados del templo escuchaban la voz clara y bien acentuada de Gabriel, que les leía como un ángel, unas veces las vidas de los santos, otras los periódicos católicos que llegaban de Madrid, y en ciertas noches un Quijote con tapas de pergamino y ortografía anticuada, venerable ejemplar que había pasado en la familia de generación en generación.

En nada había variado. Los mismos muebles, los mismos objetos; las papeleras manchadas de tinta, con letreros en las tapas, grabados a punta de cortaplumas; el pizarrón, el mismo pizarrón de otro tiempo, en su caballete verde; la mesa del dómine ocupada por los mismos libros, todos muy bien colocados.

Tenía el volumen unas tapas multicolores, cubiertas de diversas piezas de cuero formando mosaico. Sus hojas eran de triple pergamino, y las traducciones de Flimnap habían sido trazadas con brochas gordas, dando á cada letra el tamaño de la cabeza de un habitante del país. Gillespie, poniéndose la rodaja de cristal sobre uno de sus ojos, empezó á leer.

La muchacha también llevaba una cesta de blanco mimbre, cuyas tapas movíanse al compás de la marcha, haciendo que el interior sonase a hueco; pero no se preocupaba de ella, atenta únicamente a mirar con ceño a los transeúntes demasiado curiosos o a pasear ojeadas hurañas de la señora al cochero o viceversa.