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Actualizado: 29 de junio de 2025


Una de aquellas tardes que fué, encontró sola a Carmencita, y apenas se saludaron, le preguntó Salvador: ¿Todavía lees aquel libro que te hace desvariar? Ella dijo, con su voz de melodía triste: Todavía.... Pues yo voy a traerte otro libro santo muy alegre, con tapas azules y letras de oro, si me prometes que leerás en él un poco todos los días. Si dices que es santo....

Ocurrió también que detrás de Nilo salía de la iglesia Tapas, uno de los zapateros ateos admiradores de Maravillas; pero muy devoto rezador al mismo tiempo, y hermano de la Orden Tercera de San Francisco.

Iba a misa, como lo demostraba el devocionario con tapas de nácar que llevara en la mano... Su marido no debía extrañar que tardase algo, pues iba a ver a la de Cucúrbitas que estaba en peligro de muerte. « que le daban hoy los Sacramentos» dijo Bringas con verdadera pena.

Yo creo dijo Maltrana que si el curioso Diablo Cojuelo, que levantaba los tejados de los edificios, pudiera mostrarnos lo que encubren las tapas de esos cráneos, leeríamos en todos ellos lo mismo: «Buenos Aires... Buenos Aires». Así es... ¡Qué poder de ilusión tiene este nombre!... Todos, al repetirlo, ven la ciudad-esperanza, la tierra del bienestar, la Sión moderna.

También la cubierta del libro era negra, con broches de plata, como un libro mortuorio y su sola vista expresaba la tristeza y el dolor que debían haber amargado la vida de aquella desventurada. El juez recorrió rápidamente las tapas: la letra era más bien grande, delgada, poco acentuada, elegante y de una nitidez admirable. Casi las tres cuartas partes del libro estaban escritas.

Entre la diversidad de animales que se crían en las islas, figura en primer término el venado; el número que de estos se matan al cabo del año, es verdaderamente fabuloso; su carne se aprovecha no solamente en fresco, sino que también, en preparadas salazones, llamadas tapas, de las que se hace mucho consumo.

Y respondió a la interpelación del zapatero con una bofetada que sonó en toda la plazuela, e hizo dar a Tapas tres vueltas en redondo; salió entonces a la defensa del abofeteado uno de los menestrales que contemplaban a Maravillas poco antes, y obtuvo igual recibimiento que Tapas del hijo del boticario, púsose Nilo Chuecas al lado de éste; salieron de la iglesia otros dos ateos de los prosélitos de Maravillas, y uniéronse a los que peleaban por él; fueron entrando en pelea por aquí y por allá gentes que no habían soñado en ello ni tenían por qué soñarlo; comenzaron los gritos de las mujeres y los conjuros de los hombres pacíficos; presentáronse en escena otros dos colaboradores del maldecido periódico; llegó el mancebo de la botica; salió de la iglesia don Adrián, y detrás don Claudio Fuertes, que tomó sitio junto a Leto y comenzó a sacudir garrotazos a diestro y a siniestro; huyeron hacia la izquierda los Vélez y hacia la derecha los Carreños, que tenían un miedo horrible a los alborotos populares; desmayáronse dos Escribanas, una Codillo y Rufita González, y abriéronse todos los balcones que daban a la plaza y llenáronse de gente que se llevaba las manos a la cabeza y estaba sin color y sin pulsos al ver a los combatientes de aquel campo de Agramante, rodar aquí en montón confuso por los suelos, allá esgrimiendo los puños en el aire, acá forcejeando entrelazados, y acullá a Leto y al comandante segando hombres en un espacio de tres varas en rededor, que siempre estaba desembarazado de estorbos.

Distribución de las tracas del forro exterior, y cómo estaban dispuestas las costuras de dicho forro. Cómo estaba dispuesto el forro interior ó si sólo constaba de palmejares. Disposición de la cubierta y del plano, baos, durmientes, trancaniles, tapas, entremiches, medios baos, etc. Cómo estaba todo esto dispuesto y cuáles eran las dimensiones de estas piezas.

Doña Manuela comenzó sus compras, emprendiendo con las vendedoras una serie de feroces regateos, más por costumbre que por economía. Nelet, levantando las tapas de la cesta, iba arreglando en el interior los manojos de frescas hortalizas, mientras la señora no dejaba tranquilo un solo instante su limosnero, pagando en piezas de plata y recibiendo con repugnancia calderilla verdosa y mugrienta.

En las hojas de aquel ancho cuaderno de satinadas tapas negras, presentía una dolorosa revelación. En tanto Laura, recordando vagamente que había dejado el diario en la mesita, bajaba la escalera del vestíbulo. Pero se paró, indecisa, como retenida por una preocupación.

Palabra del Dia

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