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Escasos eran los recursos de Corcuera, escasísimos los de Ferrater y Méndez Núñez en Pangalungan, y exíguos ante la magnitud de la empresa los empleados por San Feliú por orden de Seriñá para la destrucción de Talayan, terror de nuestras expediciones en el río Grande, y en todos estos casos el éxito más completo coronó el esfuerzo de aquellos héroes, que antes que de sus propios intereses y de propagar prestigios aún no conquistados se ocuparon sólo de enaltecer y rendir un justo tributo al nombre venerado de la Patria.

Jerónimo Cardano, matemático del siglo XVI, reformador del aparato de suspensión de la aguja náutica, decía que exaltar á Colón no es celebrar á un hombre ni enaltecer á un linaje, ni alabar á una ciudad ni á un reino; es proclamar una gloria de la humanidad beneficiada con su descubrimiento.

Verdad que en la mitad de nuestra vida la ilusion vagarosa ya se aleja entre las sombras del ayer perdida; verdad que ya mi mente no refleja la plácida frescura de los años felices; mas ¿acaso, al ocultarse el astro luminoso de mi pasada juventud cercana en el sombrío ocaso donde áun despide claridad liviana, murió el fuego sagrado, la actividad eterna y sobrehumana que Dios me dió al nacer? ¿No hay en la tierra nada capaz de enaltecer mi canto?

Quejábase también el cura: Sana habrá sido vuestra intención, don Miguel, pero, al hablar de , ¡bien pudisteis enaltecer mis virtudes y no pasarlas en tan displicente silencio!

El pueblo inglés tiene, en la institución de su aristocracia por anacrónica e injusta que ella sea bajo el aspecto del derecho político , un alto e inexpugnable baluarte que oponer al mercantilismo ambiente y a la prosa invasora; tan alto e inexpugnable baluarte, que es el mismo Taine quien asegura que desde los tiempos de las ciudades griegas, no presentaba la historia ejemplo de una condición de vida más propia para formar y enaltecer el sentimiento de la nobleza humana.

La pondré en ese cuartito que está junto al mío. ¡Pobre Nela! exclamó el médico . No puede usted figurarse el interés que siento por esta infeliz criatura. Alguien se reirá de esto; pero no somos de piedra. Lo que hagamos para enaltecer a este pobre ser y mejorar su condición, entiéndase hecho en pro de una parte no pequeña del género humano.

En estos pueblos las mujeres son casi hombres: hombres afectuosos, imaginarios, tiernos: hombres como pueden serlo una madre y una hija, porque la naturaleza no puede mentir; pero personalidades humanas, verdaderos poderes en la familia, en la opinion, en el derecho, en las creaciones sociales; personas de razon, porque la educacion no puede dejar de enaltecer, libertando al esclavo; porque la libertad es la sancion divina del albedrío; porque el albedrío es la sancion divina del hombre; porque el hombre es la sancion divina de la sociedad; la libertad es el mismo Dios que se filtró en nuestra conciencia: sed semejantes á , quiere decir sed libres. «Si no sois libres, nos dice Dios, ¿con qué virtud me vais á amar

Por esto se haría mal en no apreciar lo que es muy bueno, sólo porque no llega al apogeo ó ideal de la perfección, en vista de que esto sólo lo hallamos, en realidad, en la vida de los entes privilegiados que han merecido el dictado de Santos, y ficticiamente, en las creaciones de los poetas, que hacen bien en presentarlo para enaltecer á la humanidad, pero que harían mal si lo presentasen para desprestigiar y deprimir á aquello que no se eleva á tanto.

Sábese por todo el mundo, desde ha luengos años, quién Miguel de Cervantes era, y cuál su ingenio, que a revelar y enaltecer el suyo ha bastado el libro inmortal que se intitula El Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, patrimonio de gloria el más rico y excelso que ha podido ni podría soñar la ambición de renombre de poetas y escritores.

Al mes, ya Feijoo no podía vivir sin aumentar indefinidamente las horas que al lado de ella pasaba. Muchos días comían o almorzaban juntos, y como ambos amantes habían convenido en enaltecer y restaurar prácticamente la hispana cocina, hacía la individua unos guisotes y fritangas, cuyo olor llegaba más allá de San Francisco el Grande.