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No es que busco contrastes imaginarios, recuerdo la sensación que hizo nacer en mi ánimo, en semejante circunstancia, en semejante hora, en semejante lugar, la vista de aquellos jóvenes, vestidos de luto y ya en todo semejantes a viudos.

Allá fuera, en la calle, percibió fuerte rumor de gente; luego extraños sonidos que le dejaron yerto. El pobre don Roque no sabía que le estaban dando a aquella hora sus enemigos una regular cencerrada. Estuvo por llamar a la criada, pero temió que tales sonidos fuesen como otras veces imaginarios. Y, en efecto, se confirmó en la idea al escuchar una descarga de campanas que le ensordecieron.

Con todos sus apuros, aquella temporada le dio relativo descanso, porque no sufría la humillación de pedir socorro, y malo o bueno, tuerto o derecho, tenía el hombre un medio de vivir, y vivía y respiraba, y aún le sobraba tiempo para dar algunas volteretas por los espacios imaginarios.

En los males imaginarios, el empresario del remedio es, por supuesto, el más entusiasta y el más infatigable propagandista del peligro: cada cual se preocupa de hacer creer en la realidad del infierno de que puede sacar penados, siendo al mismo tiempo el más ardoroso negador de la existencia de los otros infiernos de que sacan otros especialistas.

Para conseguir esto, es necesario prescindir de la suspicaz y sistemática enemiga que nuestra burocracia mantiene contra esta raza mezclada, y dejar á un lado temores imaginarios que hacen apreciar á las Filipinas como fosa siempre abierta para el europeo.

Los infinitos siglos de tiempo que concebimos antes de la creacion del mundo, no son nada; son tiempos imaginarios, semejantes al espacio imaginario. Esto último es indispensable; para concebir tiempo, se necesita alguna sucesion de cosas.

Como quiera que ello sea, yo quiero suponer que no le empleó; que bajo los nombres imaginarios de los personajes de su novela no descubre ni debe descubrir la malicia verdaderos nombres, y que la fingida ciudad de Gaudulia nada tiene que ver con Sevilla. Si es Isaac novela de clave, no quiero yo valerme de la clave para descifrar la novela.

Y no se abriguen recelos en este asunto, ni se busquen restricciones en temores que si en algún tiempo pudieron ser legítimos por más que los desmintieran las derrotas de las potentes armadas de Limahon, y las fuerzas de Sioco; hoy aquellos temores serían puramente imaginarios y el que los tuviera demostraría desconocer en absoluto el espíritu y aspiraciones de la raza china en sus permanencias en otros territorios que no sean los suyos.

No se acercó ni más ni menos; y eso que ya no tenía allí caballo que lo estorbase. «¡Pero la buena señora se había sublimizado tanto! y como él, por no perderla de vista, y por agradarla, se había hecho el romántico también, el espiritual, el místico... ¡quién diablos iba ahora a arriesgar un ataque personal y pedestre!... ¡Se había puesto aquello en una tessitura endemoniada!». Y lo peor era que no había probabilidades de hacer entrar, en mucho tiempo, a la Regenta por el aro; ¿quién iba a decirle: «bájese usted, amiga mía, que todo esto es volar por los espacios imaginarios»? Por estas consideraciones, que le estaban dando vergüenza, que le parecían ridículas al cabo, don Álvaro resistió el vehemente deseo de pisar un pie a la Regenta o tocarle la pierna con sus rodillas....

Y teniendo presente estos acaecimientos, algunos críticos han colocado las poblaciones de los españoles, que llaman Césares, entre los paises imaginarios, fundando su opinion en los antedichos egemplares, y en que no han podido ser hallados, sin embargo de la solicitud con que muchas veces han sido buscados: como entre otros sucedió con el Padre Nicolas Mascardi, de la Compañia de Jesus, apostol de las Indias de Chiloé, que habiendo entrado tierra adentro en demanda de estas poblaciones, el año de 1673, solo consiguió morir á manos de los indios Poyas.