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Mas he aquí que esta patente economía, en vez de satisfacer a los socios, les disgusta y levanta polvareda; los viejos se pusieron inmediatamente enfrente del audaz reformador y algunos jóvenes también. ¿Para qué sirven esas economías? ¿Para traer más libros? Demasiados hay en la biblioteca.

En casa de Marmitón ponían en las nubes el milagro, y sólo en boca de Lituca eran comedidas las alabanzas y se refrenaban los plácemes, aunque bien los voceaban los ojos, como si la fuerza de una ley oculta impusiera aquella limitación a los impulsos de su alma; por el pueblo «se corrían» ya las noticias más estupendas a propósito de esta resurrección mía, y me colgaban, con lo cierto, planes y calendarios que jamás me habían cruzado por las mientes; teníanme, no ya por el continuador, sino por el reformador omnipotente de la obra tradicional de los Ruiz de Bejos, por un don Celso refundido y hasta mejorado, no solamente «en estampa y ropajes», sino también «en posibles y en magín»; por la noche iban a la casona los tertulianos con las ideas empapadas en estas fantasías, y me veía negro para rebajar muchas partidas de la cuenta galana y poner las cosas en su punto... En fin, que dentro de y en derredor mío era plácido y risueño todo lo que poco antes había sido triste y aflictivo y tenebroso.

No se puede inferir que el reformador no tenga otras que modifiquen notablemente la principal; mas para hacer frente á sus adversarios que le dicen: «esto es absolutamente falsoél dice: «esto es verdadero absolutamenteLa historia y la experiencia nos presentan innumerables ejemplos de estas exageraciones.

Y movido allí por el genio o espíritu que interiormente le agita, pronuncia un sermón elocuentísimo lleno de amor de Dios y del prójimo, que deleita y conmueve a la muchedumbre devota, la cual no ve ni sospecha la menor herejía, y que ofende e indigna a los canónigos del cabildo. ¿Ha surgido acaso en la remota ciudad donde ocurren estos sucesos un flamante reformador de la Iglesia: un Savonarola, cuando no un Lutero?

Por este motivo es no poco extraña la posición de Lope de Rueda, pues si es justo llamarle reformador del teatro español, teniendo en cuenta las causas, que contribuyeron á la decadencia del teatro en su tiempo, por otra parte es preciso confesar, que, si se le equipara á sus famosos predecesores, está á larga distancia de ellos.

Jerónimo Cardano, matemático del siglo XVI, reformador del aparato de suspensión de la aguja náutica, decía que exaltar á Colón no es celebrar á un hombre ni enaltecer á un linaje, ni alabar á una ciudad ni á un reino; es proclamar una gloria de la humanidad beneficiada con su descubrimiento.

Por grandes que sean las condiciones intelectuales o la habilidad técnica de un hombre, ninguno puede erigirse conscientemente en reformador, porque no es dado a un individuo sobreponerse a lo presente, mucho menos en manifestaciones tan personales y libres como las artísticas; y en este sentido no fue revolucionario: pero la posteridad adjudica a cada uno el lugar que le corresponde en vista del alcance de sus obras: y como en las de Velázquez están contenidas y realizadas gran parte de las aspiraciones de la pintura de nuestros días, de aquí que se le considere como precursor de este modernismo, en el más alto sentido de la palabra, que a vueltas de errores y exageraciones busca con ansia la verdad.

Tambien es muy notable Zuric por haber sido la cuna de hombres ilustres, tales como el reformador Zuinglio, el sabio Lavater, Zímmermann y Pestalozzi. La ciudad abunda en interesantes monumentos é institutos públicos, y posee curiosidades y particularidades diversas que le dan interes.

Trousseau , pero evita el citarle, como lo hace siempre, por no rendir homenaje á los trabajos del sabio reformador de la materia médica. § II. Efectos fisiológicos.

Ocupaban los diputados el pavimento, la presidencia el presbiterio y los altares estaban cubiertos con cortinones de damasco, que los escondían, lo mismo que a las imágenes, de la vista del público, como objetos que no habían de tener aplicación por el momento. El arquitecto Prast, reformador del edificio, discurrió también sin duda que a los santos no les haría mucha gracia aquello.