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Un hombre con garrote en mano se destacó del grupo, y expuesto a la intemperie, atravesó la plaza para hacerle callar; mas el perro olió en seguida la caña y puso pies en polvorosa. El hombre se metió otra vez en el soportal. Al fin reinaba completo silencio en la plaza y los aficionados disfrutaban a su sabor del concierto de los señores de Elorza. ¿Qué había sido de Manolo?

Cinco minutos llevarían de descanso bajo la encina centenaria, cuando, en el momento que la nube se separaba lentamente de la Luna y que la pálida luz de ésta penetraba hasta el fondo del desfiladero, a unos doscientos pasos de distancia de los fugitivos, se destacó en el sendero y entre los pinares una figura negra a caballo.

Julián levantó el pie muy asustado, y el marqués se bajó recogiendo del suelo un libro delgadísimo, encuadernado en badana verde, del cual pendía rodado sello de plomo. Tomólo Julián con respeto, y al abrirlo, sobre la primera hoja de vitela, se destacó una soberbia miniatura heráldica, de colores vivos y frescos a despecho de los años. ¡Una ejecutoria de nobleza! declaró el señorito gravemente.

El señorito de Limioso, resuelto y tranquilo, se aproximó a la ventana, alzó un visillo y miró. La cencerrada proseguía, implacable, frenética, azotando y arañando el aire como una multitud de gatos en celo el tejado donde pelean; súbitamente, de entre el alboroto grotesco se destacó un clamor que en España siempre tiene mucho de trágico: un muera. ¡Muera el Terso!

Inmediatamente se destacó de la columna un numeroso grupo de arqueros, montañeses robustos de Hanson, que aclamaron al barón con entusiasmo. ¡Por la cruz de mi espada, muchachos! gritó en aquel punto Simón saltando sobre un tronco caído. ¡Sería una vergüenza para la Guardia Blanca permitir que el príncipe cruzase las montañas del sur sin que le abriésemos camino con nuestros arcos!

El casco de la corbeta, pintado de negro con una banda blanca en la obra muerta, se destacó al fin con pureza del fondo obscuro. Los ojos de los espectadores, habituados ya a las tinieblas, veían perfectamente todo lo que pasaba a bordo. Sobre el puente había dos bultos, el del capitán y el del práctico. En la proa uno, el del piloto. ¿Y la escandalosa? gritó de nuevo don Melchor.

Una noche, hace años, empecé a leer en uno de esos vetustos infolios, un capítulo titulado «Brecha de las almas;» e iba cayendo en una soñolencia grata, cuando este período singular se destacó del tono neutro y apagado de la página, como el relieve de una medalla de oro nuevo brillando sobre un tapete obscuro: copio textualmente: «En el fondo de la China existe un Mandarín más rico que todos los reyes de que nos habla la Fábula o la Historia.

El terrible Piscis se destacó acto continuo, trepó por la esquina de la pared y con su bastón lo apagó al instante, rompiendo, por supuesto, el tubo. Un bulto de mujer apareció en el corredor. Pablito se cogió de un salto a las rejas. Luego escaló por ellas y montándose en la baranda, se introdujo sin hacer ruido en él.

La monja que había reprendido a su compañera se destacó del grupo para decirle: Madre, la hermana Luisa acaba de jactarse de coser mejor que la hermana Isabel y se ha impacientado mucho porque le dije que no debía hacerlo. ¿Es verdad, hija mía? preguntó en tono severo la superiora. La hermana Luisa bajó la cabeza.

Súbito apareció en la puerta de la sala Clementina seguida de Osorio, de Mariana y de Calderón. Los cuatro traían el semblante inquieto y asustado. Sus ojos se clavaron a la vez en Salabert, hacia el cual avanzaron precipitadamente. Papá, escucha una palabra le dijo Clementina. Salabert se destacó del grupo y fué a reunirse con los otros en el opuesto rincón.