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El mismo silencio cuando se hacían los preparativos para la solemnidad. Parecía tranquila, en un estado de indiferencia absoluta o, por mejor decir, de soñolencia, como la persona a quien se arranca violentamente del sueño y tarda en darse cuenta de lo que pasa en torno suyo. Pero tal estado letárgico continuó después de pronunciar el ante el altar.

El paisaje se extendía por ambos lados áspero y triste: los árboles que bordaban el camino, desnudos por entero, dejaban paso a los ojos y por entre aquellos se veía la luz rojiza del sol moribundo. La elasticidad de los muelles producía en Miguel cierta vaga soñolencia.

Al amanecer se quedó adormitada y rendida a la fatiga del insomnio; pero era tal la agitación de su espíritu que, sacudiendo de súbito aquella falsa soñolencia, se levantó, y sin llamar a nadie, se lavó y peinó, poniéndose en seguida el traje más sencillo de cuantos tenía.

Una noche, hace años, empecé a leer en uno de esos vetustos infolios, un capítulo titulado «Brecha de las almas;» e iba cayendo en una soñolencia grata, cuando este período singular se destacó del tono neutro y apagado de la página, como el relieve de una medalla de oro nuevo brillando sobre un tapete obscuro: copio textualmente: «En el fondo de la China existe un Mandarín más rico que todos los reyes de que nos habla la Fábula o la Historia.

A la misma puerta del templo parábase de cuando en cuando una berlina blasonada, y lentamente se apeaba de ella una dama; cuanto más poderosa menos engalanada, mostrando en los ojos la soñolencia que deja el trasnochar, y en el rostro marchito las huellas ardorosas de la atmósfera de las fiestas.

De pronto, extendiendo el brazo, mató de un periodicazo la bujía; después su espíritu fluctuó largo rato entre vigilia y soñolencia, y comenzaron a borrársele las ideas, sustituyéndose los antojos de lo soñado a las impresiones de lo real.

Y la misma monotonía del agua al caer constantemente sobre los árboles con triste rumor, engendra una soñolencia feliz, no exenta de voluptuosidad para los que nada tienen que hacer fuera de casa, y encuentran en ella las comodidades y refinamientos que la civilización proporciona a los ricos.

El coro respondía siempre con el mismo monotono rumor percibiéndose sobre él las notas gangosas de la voz de D.ª Rosa. Cuando llegaba la letanía, aquel rumor monotono cambiaba, se trasformaba en otro diverso, más breve, en el cual la ese final del ora pro nobis se prolongaba con un silbido dulce que provocaba en Laura cierta soñolencia lánguida que la hacía feliz por unos instantes.

La descripción de este tierno idilio, que a , con ser machucho, me hacía bailar el corazón dentro del pecho, no producía en el autor novel más que una impertinente soñolencia que sólo desaparecía repentinamente cuando dirigía con voz imperiosa alguna advertencia a los cómicos. Llegó, por fin, el día del estreno.

Calderón parece, en efecto, como dice un ilustrado crítico literario , «que ya con la dulce soñolencia de quien se deja llevar de risueñas ilusiones, ya con la formalidad sublime de un pensador ó de un anciano, al contemplar la brillante grandeza del firmamento, alumbrado por el sol ó tachonado de estrellas, que semejan flores eternas, las comparan con esas otras flores, astros pasajeros de la tierra, adornadas de vivos colores, y despidiendo perfumes de sus cálices de púrpura, y ó presencian sonriéndose sus tempestades temibles, pero bellas, ó las consideran como manifestaciones de un poder más alto;» y, á la verdad, en los afectados adornos de su elocución, sobrecargada de imágenes, en su hojarasca vacía de sentido, nos ofrece abundancia extraordinaria de pensamientos poéticos.