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Era el capitán de todas las fechorías perpetradas en el colegio, de noche, burlando la vigilancia de los Padres, bien para hacer un escalo en la despensa y proveerse de víveres, bien para efectuar un bromazo, eligiendo por víctima a un desdichado novato sin experiencia.

El entusiasmo del barón se comunicó á sus soldados, y la Guardia toda escaló con resuelto paso la ladera menos pendiente, erizada de peñascos y cubierta de rocas sueltas que rodaban á su paso é iban á perderse, rebotando, en el fondo del valle.

Bautista se encaramó sobre los hombros de Martín, y luego, viendo que se podía subir sin dificultad, escaló la muralla hasta lo alto. Asomó la cabeza y viendo que no había vigilancia saltó encima. ¿Nadie? dijo Martín. Nadie. Sujetó Bautista la cuerda con un lazo corredizo en un ángulo de un torreón, v subió Martín a pulso, con el palo en los dientes.

Ya la había olvidado, así como mi proyecto de escalo, porque los muros son elevados, Blasillo. ¡Por el Cielo, comandante! si los muros del convento de Santa Magdalena son elevados, una flecha provista de un hilo de seda lanzada por una ballesta, puede llegar bien alto, y caer en el jardín del claustro. ¿Y después, Blasillo?

Entonces, resuelto á pasar la noche en Canzana, escaló la primer tinada que halló al paso, se metió en ella y se acostó sobre la yerba. Cuando la luz del día le dió en el rostro se alzó precipitadamente y saltó á la calle. Procuró que no le viesen y se puso á rondar la casa del tío José.

»Lo que más admiro y admiré en este raro ingenio, fué que á ninguno imitó. Nació para maestro, y no discípulo; rompió senda nueva al Parnaso; sin guía escaló su cumbre: ésta es para la más justa admiración, porque bien saben los eruditos que han sido rarísimos en los siglos los inventores.

Tenía ya el pie en la primera grada de la escalera del sollado, cuando el gitano, que se había hundido en el diván, le gritó: Blasillo, bebamos, hijo mío, y hablemos de la monja y del escalo del convento de Santa Magdalena. ¡Beber... hablar!... ¿en este momento? preguntó Blasillo, confundido, abandonando el cordón de seda rojo que iba a servirle para subir la escalera.

No usaba zapatos, por serle esta prenda de grandísimo estorbo, ni tampoco medias, porque le molestaba el punto. La familia de Pacorrito Migajas no podía ser más ilustre. Su padre, acusado de intentar un escalo por la alcantarilla, fué á tomar aires á Ceuta, donde murió.

Tizona, viendo cerradas las verjas, a riesgo de matarse, escaló una ventana: Infolio, dijo tan admirables cosas propias y ajenas, colocándose ante la puerta, que sus hojas, dejándole paso, se abrieron solas, y entonces Lepe se coló dentro astutamente. A los pocos momentos estaban en la antecámara del ídolo.

No cayó; descendió sin prisa del lado de Traslacerca, tranquilo, acostumbrado a tal escalo, conocido ya de las piedras del muro. Don Víctor le vio desaparecer sin dejar la puntería y sin osar mover el dedo que apoyaba en el gatillo; ya estaba Mesía en la calleja y su amigo seguía apuntando al cielo.