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Por una y otra banda, las caras o fachadas tienen anchuras, quiere decirse, patios cercados de verjas mohosas, y en ellos tiestos con lindos arbustos, y un mercadillo de flores que recrea la vista.

Sin poder él remediarlo, mientras el aire fresco el viento había cambiado del mediodía al noroeste le llenaba los pulmones de voluptuosa picazón, la fantasía, sin hacer caso de observaciones ni mandatos, seguía herborizando y se había plantado en los siglos primeros de la Iglesia, y el Magistral se veía con una cesta debajo del brazo recogiendo de puerta en puerta por el Boulevard y el Espolón las ricas frutas que Páez, don Frutos Redondo y demás Vespucios de la Colonia, arrancaban con sus propias manos en aquellos jardines que, en efecto, iba viendo a un lado y a otro detrás de verjas doradas, entre follaje deslumbrante y lleno de rumores del viento y de los pájaros.

Don Quijote iba sentado en la jaula, las manos atadas, tendidos los pies, y arrimado a las verjas, con tanto silencio y tanta paciencia como si no fuera hombre de carne, sino estatua de piedra.

Cuando Gabriel quedó encerrado en el templo, vio un trozo del altar mayor resplandeciente de luces. Hizo su acostumbrada requisa de puertas y verjas, visitó el Locum, los grandes retretes, donde en otro tiempo se habían ocultado unos ladrones, y después que estuvo convencido de que en la catedral no había otro ser vivo que él, fue a sentarse en el crucero, con su manta y la cesta de la cena.

Salamanca, en fin, será un mare magnum de portadas, de torres, de columnatas, de ojivas, de retablos, de púlpitos, de pinturas en tabla, en lienzo y al fresco, de sillerías y estatuas de madera, de verjas, de alhajas, de ornamentos, de ropas y de otras venerandas antigüedades.

El jardín, que se extiende entre los cuatro pórticos del claustro, mostraba en pleno invierno su vegetación helénica de altos laureles y cipreses, pasando sus ramas por entre las verjas que cierran los cinco arcos de cada lado hasta la altura de los capiteles. Gabriel miró largo rato el jardín, que está más alto que el claustro.

Más allá, un vapor con bandera española echaba también gente a tierra. En el fondo del desembarcadero, una muchedumbre obscura se apretaba contra las verjas. Ondeaban banderas tricolores sobre este mar de cabezas. Un estrépito de músicas lejanas contestaba a la banda del Goethe cuando ésta hacía una breve pausa en sus marchas incesantes.

Celedonio, el acólito afeminado, alto y escuálido, con la sotana corta y sucia, venía de capilla en capilla cerrando verjas. Las llaves del manojo sonaban chocando. Llegó a la capilla del Magistral y cerró con estrépito. Después de cerrar tuvo aprensión de haber oído algo allí dentro; pegó el rostro a la verja y miró hacia el fondo de la capilla, escudriñando en la obscuridad.

Dibujó la obra y construyó la parte principal de ella el célebre Juan Gil de Ontañón. Por dentro, la Catedral es esbelta y elegante, aunque el coro estorba mucho para enfilar sus naves con la vista. En cuanto á las pinturas, sepulcros, verjas y otros preciosos pormenores que la adornan, su enumeración sería interminable. Pero ¿qué es la Catedral Nueva comparada con la Catedral Vieja?

No estarán ociosos los maquinistas, ni los artistas, ni los naturalistas; y bien se deja entender que encontraremos á Buffon junto á las verjas de una jaula, á Linneo en el jardin, á Whatt examinando los modelos de maquinaria, y á Rafael y Miguel Angelo, en las galerías de cuadros y estatuas.