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Al llegar al pequeño taller le vió con la gorra sobre una oreja, anchos pantalones de pana á la mameluca, borceguíes claveteados y varias banderitas y escarapelas tricolores en las solapas de la chaqueta. Llega tarde, patrón dijo alegremente . Va á cerrarse la fábrica. El dueño ha sido movilizado y dentro de unas horas se incorporará á su regimiento.

Hay que sostenerse de todos modos. Los rusos avanzarán á sus espaldas.» Y mientras se desarrollaban los diálogos inspirados por estas nuevas, y muchas jóvenes convertidas en vendedoras iban entre los grupos ofreciendo banderitas y escarapelas tricolores, continuaban pasando por el patio solitario, para desaparecer detrás de las puertas de cristales, hombres y más hombres que iban á la guerra.

Un estallido de aplausos, acompañado de vibrantes aclamaciones, sonó en la cubierta superior. El curioso Maltrana corrió escalera arriba, y Fernando tras él. Una muchedumbre llenaba el jardín de invierno y el salón. Algunas banderas tricolores desplegábanse sobre las cabezas descubiertas.

Ella, finalmente, decretó el traje que las parisinas que deseasen contribuir á la patriótica labor, debían de usar. Era algo muy frívolo, muy de bazar, pero muy bonito: un trajecillo de muselina gris, que disimulase bien el polvo; medias y zapatos del mismo color, y un ancho sombrero de paja adornado por una escarapela. En los diminutos azadones que esgrimían, ardían flores y cintas tricolores...

En mitad de la cuesta, rodeadas de pinos, había varias tumbas con cruces de madera; tumbas de soldados franceses rematadas por banderitas tricolores. Sobre estos túmulos cubiertos de musgo descansaban viejos kepis de artilleros. El leñador feroz, al destrozar el bosque, había alcanzado ciegamente á las hormigas que se movían entre los troncos.

Vió con el pensamiento dos anillos tricolores, iguales á los redondeles que colorean los mantos volantes de las mariposas. Se explicaba la inquietud de los alemanes. El avión francés se había inmovilizado unos instantes sobre el castillo, no prestando atención á las burbujas blancas que estallaban debajo y en torno de él. En vano los cañones de las posiciones inmediatas le enviaban sus obuses.

Y al poco rato lloraban las mujeres, rugían de entusiasmo los hombres que aún no habían ido al ejército, y hasta las banderas tricolores parecían aletear con más fuerza, como azotadas por el vendaval patriótico del lírico orador. Cruzaba los brazos lo mismo que Napoleón después de una victoria; otras veces manoteaba y rugía igual á Dantón al declarar la patria en peligro.

Más allá, un vapor con bandera española echaba también gente a tierra. En el fondo del desembarcadero, una muchedumbre obscura se apretaba contra las verjas. Ondeaban banderas tricolores sobre este mar de cabezas. Un estrépito de músicas lejanas contestaba a la banda del Goethe cuando ésta hacía una breve pausa en sus marchas incesantes.