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Aprender de memoria el ininteligible catecismo el librejo más lleno de absurdos y patrañas después del Corán asistir obligatoriamente a todos los actos y ceremonias religiosas, diurnas y nocturnas, no pensar sin permiso del cura, ayunar, confesarse, comulgar, hacer penitencias, afligirse y llorar en los días y horas prefijados, obedecer a la campaña de la iglesia como las mulas al cencerro de la madrina, pagar a los sacerdotes los diezmos y primicias, fuera de los impuestos extraordinarios por milagros accidentales y por cada uno de los acontecimientos de la vida, desde el nacimiento hasta después de la muerte, en los funerales y los "cabos de años", todo bajo pena de excomunión, persecución, confiscación de bienes, y destierro o muerte.

Aunque estas leyes fueron recopiladas en época muy posterior á los Califas, merecen considerarse como primitivas, puesto que el ilustrado orientalista que las ha anotado advierte en el prólogo que las precede no haber nada en ellas que no esté enteramente conforme con los principios consignados en el Coran, con la tradicion y la Zunna, con las doctrinas del rito Malequí que se siguió en Africa y en España, y con la letra de otras compilaciones legales del mismo género.

En todo este tiempo habían ido llevando las naves desde Sicilia y Cerdeña mantenimientos, dinero y más soldados, y se había hecho la ceremonia de la sumisión y juramento del jeque y principales de la isla, que lo verificaron sobre el Corán, capitulando el tributo de 6.000 escudos, cuatro avestruces, cuatro gacelas, cuatro neblíes y un camello.

Con sus puertas de clavos y sus azoteas, lleno de moros tunecinos y hebreos de barba negra, bebiendo vino de oro en el café, comprando puñales con letras del Corán en la hoja, está, entre bosques de dátiles, el caserío de Túnez, hecho con piedras viejas y lozas rotas de Cartago.

Llegará á la capilla y maldecirá instintivamente la mano del que se atrevió á destrozar asi la unidad del templo. ¿Cómo podrá dejar de ver en ella un espantoso anacronismo, una planta exótica, un delirio artístico? ¡Que los que hayan tenido la suerte de visitar esta mezquita recuerden la primera impresion que recibieron! ¿Quién despues de haber visto las naves árabes, el mimbar, el santuario del Coran, ha podido fijar jamás los ojos en las innumerables bellezas que cuenta la capilla?

Señor de los mundos, clementísimo, misericordiosísimo, rei del dia del juicio final, adoramoste, é imploramos tu asistencia; dirigenos por el camino recto, el camino de aquellos á quienes has colmado de tus beneficios, de los que son sin corrupcion, y no del número de los estraviados. Amen. Luego se reza un capítulo ó algunos versículos del coran en la misma actitud.

En el fondo, fue una reedición sobre el Corán, de lo que los judíos habían realizado sobre el Talmud y los cristianos sobre la Biblia, crucificando a todos los que se atrevían a mirar el mundo sin las anteojeras confeccionadas por los respectivos profetas, para suprimir la originalidad, que es la fuente de diferenciación que origina el progreso.

Deseoso de robustecer su nuevo imperio, no solo trató de romper las relaciones civiles y políticas que habian enlazado hasta entonces el oriente con el occidente, sino que hasta se propuso cortar las que los preceptos del Coran hacian hasta cierto punto indispensables. «La peregrinacion al templo de la Meca, dijo, es fácil que recordando constantemente á mis árabes su orígen, les haga suspirar un dia por volver á vivir bajo la sombra de los que se llaman descendientes del Profeta: urge que detenga esta peligrosa emigracion, concentrando sobre otra mezquita el ardor de mis creyentes.

El gran príncipe de Fez . Un Príncipe moro, reflexionando en un versículo del Corán, siente en su alma afición á otras creencias más elevadas, aunque no concretas, y abandona á su esposa y su patria para hacer una peregrinación á la Meca, y satisfacer su deseo. En su viaje cae cautivo en manos de cristianos, y confunde entonces el motivo misterioso de su peregrinación.

La verdadera diferencia donde existe, es con la tercera clase llamada taga-linang, ó sea la plebe, mujeres todas de sementera que miran á una taga-bayan con la misma admiración con que contempla un hijo del Corán el último rayo del sol poniente.