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No tenía prisa y se fue a dar un paseíto, recreándose en la hermosura del día, y dando vueltas a su pensamiento, que estaba como el Tío Vivo, dale que le darás, y torna y vira... Iba despacio por la calle de Santa Engracia, y se detuvo un instante en una tienda a comprar dátiles, que le gustaban mucho.

En aquel telón había racimos de dátiles colgados de una percha; puntillas blancas que caían de un palo largo, en ondas, como los vástagos de una trepadora, pelmazos de higos pasados, en bloques, turrón en trozos como sillares que parecían acabados de traer de una cantera; aceitunas en barriles rezumados; una mujer puesta sobre una silla y delante de una jaula, mostrando dos pajarillos amaestrados, y luego montones de oro, naranjas en seretas o hacinadas en el arroyo.

Y ¿por qué? me han preguntado al notarlo más de un forastero. ¿Por qué vuela el ave?; ¿por qué corre el gamo? les he respondido yo; y ¿por qué se dan los dátiles en Berbería, y las naranjas en Murcia, y el arroz en Valencia?

Voy cargado como un santísimo burro». Maximiliano siguió hacia el café, y observando que Platón tomaba hacia la calle de Ciudad Rodrigo, miró su reloj. ¡Dátiles!... ¡Cuántos le he comprado yo! Las golosinas la venden.

Con una solicitud y una amabilidad que conmovía profundamente a la madre y a la hija, el joven se proporcionaba el placer de satisfacer los caprichos de la enferma, y sabe Dios si los tenía. Un día era un cesto de dátiles impacientemente deseados y que la anciana devoraba con avidez; otras veces granadas, plátanos o nueces de coco que engañaban apenas la repugnancia de su estómago gastado.

Gracias, señora, muchas gracias. No te faltará qué comer, ni cama en qué dormir. Me has servido, me has acompañado, me has sostenido en mi adversidad. Eres buena, buenísima; pero no abuses, hija; no me digas que venías a casa con el moro de los dátiles, porque creeré que te has vuelto loca.

Este nombre de almalekes se conserva en los escritos de mística árabe-hispanos ó aljamiados para designar á los ángeles encargados por Dios de recibir á su entrada en el cielo á las almas de los justos. En el Paraiso corren rios de leche, de miel, y de un vino que se puede beber sin embriagarse; en él crecen árboles cuyos ramages brindan á placer con dátiles, uvas y granadas de sabor esquisito.

Embebecida en esta cavilación llegó al Campo de Guardias, junto al Depósito. Había allí muchos sillares, y sentándose en uno de ellos, empezó a comer dátiles. Siempre que arrojaba un hueso, parecía que lanzaba a la inmensidad del pensar general una idea suya, calentita, como se arroja la chispa al montón de paja para que arda. «Todo va al revés para ... Dios no me hace caso.

Los racimos de datiles de estas palmas son menores que los de las palmas ordinarias: y los datiles son tambien menores á proporcion. No si son comestibles. Generalmente hablando, todos los cerros y cordilleras tienen en sus vertientes muchos montes con árboles altísimos y de tronco muy grueso. Y no se puede dudar que se hallarian, entre tanta variedad, maderas preciosas.

El buen almuercito de Mamette componíase de dos dedos de leche, unos dátiles y una barquette, una cosa parecida a un pestiño, algo con que alimentarse ella y sus canarios lo menos durante ocho días. ¡Y decir que yo sólo me engullí todas aquellas provisiones! Así, pues, ¡qué indignación alrededor de la mesa! ¡Cómo cuchicheaban las niñas vestidas de azul, dándose con el codo!