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Perdóneme usted si la he ofendido con mi brusca respuesta dije reponiéndome ; pero yo no puedo creer eso que he oído. Todo cuanto hay en mí que hable y palpite con señales de vida, protesta contra tal idea. Si ella misma me lo dice, lo creeré; de otro modo no.
Quilito, hazme el favor de no defender estas iniquidades, porque creeré que estás corrompido, tú también, que te has contagiado con el mal de la época. Si yo no las defiendo, tía... Las excusas, que es igual. Ella no quiso tragar, y así lo decía, eso de que Esteven se hubiera arruinado, aunque se lo aseguró don Pablo y lo confirmó el mismo Quilito.
Si yo sé que Ticio es hombre de buena fe, que sabe muy bien evitar los errores que pueden ocasionarle los sentidos y la fantasía, que no está preocupado, ni ha precipitado su juicio, y me asegura una cosa, le creeré mejor que á diez mil, y que á todo un gran Pueblo; y del mismo modo si Ticio, á quien yo considero tan entendido y veraz, afirma una cosa, y todo un Pueblo la niega, estaré de parte de Ticio contra toda la multitud.
Cuando yo no crea en la libertad, no creeré en nada, y seré el más despreciable de los hombres. Yo creo en la libertad que está en mi naturaleza, para que la manifieste en los actos particulares de mi vida. Yo, ciudadano de esta nación, tengo derecho á hacer las leyes que han de regirme; tengo derecho á reunirme con mis hermanos para elegir un legislador.
Una sola palabra añadió una sola pregunta quiero hacer. Lo que usted diga será para mí como declaración bajada del cielo y lo creeré, como se cree en Dios.... Una palabrita nada más.
Doña Lupe no se atrevió a negar; tan abrumadoras eran las verdades que su sobrino manifestaba. «Verás... Tú no debes ocuparte de eso... Te concedo que vive, pero no sé dónde. Y en cuanto al embarazo, es error tuyo y de tu maldita lógica. ¡Vaya con la salida! El diablo cargue con tu lógica». Si insiste usted, querida tía, en hacer comedias, creeré que quien ha perdido el juicio es usted.
En medio de la noche Al contemplar tu estrella, En su fulgente huella Mi alma te busca á tí; Y pienso que al mirarla Brillando placentera En celeste esfera, Te acordarás de mí. Ausente de tu lado Mirando ese astro bello Creeré ver un destello Emanacion de tí; Y esclamaré con ansia: Tal vez la hermosa mia En medio á la alegría Se olvidará de mí!
-Digo, señor don Quijote -dijo la duquesa-, que en todo cuanto vuestra merced dice va con pie de plomo, y, como suele decirse, con la sonda en la mano; y que yo desde aquí adelante creeré y haré creer a todos los de mi casa, y aun al duque mi señor, si fuere menester, que hay Dulcinea en el Toboso, y que vive hoy día, y es hermosa, y principalmente nacida y merecedora que un tal caballero como es el señor don Quijote la sirva; que es lo más que puedo ni sé encarecer.
¡No! prorrumpió el joven, levantándose de un salto y casi en actitud de desafío. ¡No es así! ¡Yo no puedo creerlo, jamás lo creeré!... Esas fueron sus ideas, cierto; pero sobre sus ideas de muerte, más alto, más potente, debía estar y estuvo, el pensamiento de la vida y del amor. A mí tampoco me habría costado nada darme la muerte antes de conocerla. Yo tenía razones para odiar la existencia...
Antes que verte caminar a la última degradación, consiento en que reanudes tus amores con él. No me gusta esto, pero antes que lo otro... yo me entiendo. ¿Quieres que le lleve un recadito tuyo, quieres que le busque, que le hable de ti?... Odiosa misión, hija mía; pero si con ella te aparto de la ignominia final, creeré realizar una acción meritoria.