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Para hacernos dar al diablo, respondió Martin. ¿No se pasma vm., siguió Candido, del amor de las dos mozas del pais de los Orejones á los dos ximios, que conté á vm.? Muy léjos de eso, repuso Martin; no veo que tenga nada de extraño esa pasion, y he visto tantas cosas extraordinarias, que nada se me hace extraordinario. ¿Cree vm., le dixo Candido, que en todos tiempos se hayan degollado los hombres como hacen hoy, y que siempre hayan sido embusteros, aleves, pérfidos, ingratos, ladrones, flacos, mudables, viles, envidiosos, glotones, borrachos, codiciosos, ambiciosos, sangrientos, calumniadores, disolutos, fanáticos, hipócritas y necios? ¿Cree vm., replicó Martin, que los milanos se hayan, siempre engullido las palomas, quando han podido dar con ellas?

Y si nosotros somos crueles, codiciosos, traicioneros, y sobre todo temerosos de Dios, que, según Buckle, es la peor de las cualidades, todo ello consiste en que en España no hay lluvias regulares sino feroces tormentas y prolongadas sequías, y además tal multitud de terremotos, que nos tienen siempre con el alma en un hilo y con el corazón en un puño y producen en nosotros la crueldad y la intolerancia religiosas.

El bergantin le vido, mas primero Le habian descubierto tres soldados, Aquestos dieron arma muy ligero, Los arcabuces fueron bien cargados. No vide que queria ser postrero Alguno, porque todos aprestados En un punto salieron muy gozosos, Por dar fin al Charrua codiciosos.

Finalmente, él habló de manera que hizo sospechoso al retor, codiciosos y desalmados a sus parientes, y a él tan discreto que el capellán se determinó a llevársele consigo a que el arzobispo le viese y tocase con la mano la verdad de aquel negocio.

A lo sumo se permitían maldecir de los curas, acusarles de inmorales y codiciosos, o renegar de que se «metiesen en política» y tomasen las armas para traer el «escurantismo y la Inquisición»: cuestiones más trascendentales y profundas no se agitaban, y si a tanto se atreviese alguien, es seguro que le caería encima un diluvio de cuchufletas y de injurias.

Este dañoso ejemplo fué luego imitado por alguna plebe en varias ciudades de Andalucía, tales como Andujar i Córdoba, i á mas en otros lugares, donde, despues de ser fieramente heridos los judios i robados á mas, i de haber sufrido en sus personas i en las de sus mujeres otros insultos de tan bárbara canalla, no recibieron la mas pequeña reparacion en sus agravios; puesto que la justicia se hizo sorda á sus quejas, prefiriendo al castigo de los culpados, dejar abierta la llaga con la impunidad de un ejemplo tan dañoso, i mas llenos de soberbia i mas codiciosos de nuevas riquezas con el cebo de lo robado á los autores de tales delitos.

Don Quijote se ofreció a hacer la guardia del castillo, porque de algún gigante o otro mal andante follón no fuesen acometidos, codiciosos del gran tesoro de hermosura que en aquel castillo se encerraba. Agradeciéronselo los que le conocían, y dieron al oidor cuenta del humor estraño de don Quijote, de que no poco gusto recibió.

Por fortuna, la plebe amotinada de la ciudad, fanatizada por los brahmanes y provista de armas, había vencido a los más resistentes de la exterior guarnición, mientras que otros, codiciosos y traidores, se habían dejado comprar por dinero suministrado por los brahmanes y por mercaderes ricos.

¿Pensará V. Md. que siempre estuvimos en paz? Pues ¿quién ignora que dos amigos, como sean codiciosos, si están juntos, se han de procurar engañar el uno al otro? «

Vió que la reina era una víctima que luchaba, que estaba sola en la lucha, que era infeliz; comprendió que la reina era valiente, que había luchado, luchaba y lucharía, y que la lucha debía haberla procurado enemigos; vió en los ojos, en el semblante de la reina, la altiva tristeza de la dignidad hollada; comprendió cuánto debía sufrir aquella mártir coronada, unida á un rey casi nulo, sobre el que tenían una decidida, una incontrastable influencia palaciegos codiciosos, vanos, miserables, capaces de todo por sostenerse en el favor del rey, que era el medio para ellos de sostener su vanidad y sus rapiñas; fray Luis, por amor á la reina, fué enemigo de aquellos hombres, contrajo consigo mismo el grave compromiso de defender á la reina, de ayudarla, combatiendo á sus enemigos; y sin embargo, nada dijo á la reina, jamás una mirada suya torpe ó descuidada, pudo revelarla lo que por ella sentía el padre Aliaga.