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Y cuando es una misa de mucha música, de esas que le gustan a don Luis, acabo por renegar del órgano y de quien lo inventó, pues me rompo los brazos. ¡El trabajo! dijo el campanero con énfasis . ¡El trabajo es un castigo de Dios! Ya sabéis su origen. Fue la pena eterna que el Señor impuso a nuestros primeros padres al arrojarlos del Paraíso. Es una cadena que siempre llevaremos arrastrando.

Si él hubiera querido ceder, humillarse, renegar hasta cierto punto de las creencias y de la misión de sus antepasados, hubiera sido Diputado, Senador, Embajador, Ministro y cuanto le hubiera dado la gana; él al menos así lo creía; pero como el Barón no había querido ceder ni renegar, había tenido que limitarse y resignarse a ser un caballero, si bien encopetado, viviendo de sus rentas, que eran cortísimas.

El millonario era á modo de un poeta del capital, y sacudiendo su ensimismamiento, rompió en un himno á aquella fuerza casi sagrada, puesta en manos de contadísimos iniciados. Cierto, que el trabajo, que era un auxiliar indispensable, sufría crisis y miserias, ¿pero por esto había que renegar del progreso, legítimo hijo del capitalismo industrial?

Fortunata encontró a su tío transfigurado moralmente, con un reposo espiritual que nunca viera en él, suelto de palabra, curado de su loca ambición y de aquel negro pesimismo que le hacía renegar de su suerte a cada instante. No existía por aquel entonces en Madrid un modelo mejor, y los pintores se lo disputaban.

Oíanse, a lo lejos, sonar de tambores, chillar de chicos, renegar de grandes, gritos, risotadas, y de rato en rato un estrépito infernal y belicoso movido por una docena de granujas que, a todo correr, subían y bajaban la calle Imperial, llevando cada uno a rastra una lata de petróleo: algunas veces se entraban por la calle de Botoneras, y cuando pasaban ante la puerta de la casa parecía que estallaba un trueno en la caja de la escalera.

Con tal de conservar el carácter nacional y no renegar de él, la aparición de las obras de ingenio en diversas ciudades y regiones es prueba de que la vida no se ha recogido en el centro, sino que por donde quiera da razón de , mostrándose ubicua y varia sin romper la unidad del conjunto.

Además, un mozo de mulas que viajaba con esa gente dijo el clérigo me aseguró que la hermosa morisca, valiéndose de un bebedizo diabólico, había logrado hechizar a uno de los mancebos más bizarros y piadosos de de ciudad tan cristiana, haciéndole renegar en poco tiempo de la fe de Nuestro Señor Jesucristo y entrar en la conjura.

¡No que no! ¡Vaya, Don Ignacio, que hoy está usted de lo más... de lo más desatinado! ¡Que no me ha de importar a que usted se condene o se salve, que usted sea cristiano o judío! Judío... lo que es judío no lo soy respondió Artegui, tratando de dar al diálogo giro festivo. Es lo mismo... renegar de Cristo es ser judío en suma.

A lo sumo se permitían maldecir de los curas, acusarles de inmorales y codiciosos, o renegar de que se «metiesen en política» y tomasen las armas para traer el «escurantismo y la Inquisición»: cuestiones más trascendentales y profundas no se agitaban, y si a tanto se atreviese alguien, es seguro que le caería encima un diluvio de cuchufletas y de injurias.

Se verá que el liberalismo se mata á mismo; que los más exaltados de sus secuaces devoran á los más prudentes. ¿Qué ha de hacer la Patria aterrada en presencia de este horror? Renegar del liberalismo, facilitar el santo propósito del Rey de restablecer el antiguo sistema. El golpe está muy bien preparado: una parte de los liberales arde en deseo de aniquilar á la otra parte.