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Estaba á esta hora vigilando el hervor del caldero, para que sus acompañantes no metiesen en la sopa las lanzas con que extraían los peces, y vió cómo un hombre de los que iban vestidos con túnica y velos se aproximaba lentamente á él. Sus ropas eran pobres, remendadas y algo sucias.

El amor se había vuelto odio, y el conde se desahogaba a menudo, poniendo a Pepita como chupa de dómine. En este ameno ejercicio se hallaba el conde, cuando quiso la mala ventura que D. Luis y Currito llegasen y se metiesen en el corro, que se abrió para recibirlos, de los que oían el extraño sermón de honras.

Estos caballos pasaron dos veces por nuestra gente, entre el fuerte y las galeras, haciendo carrera entre los nuestros como si hobieran de jugar cañas, tanto que dieron lugar á que los turcos metiesen las banderas sobre dos galeras que estaban sin gente. La una había servido de hospital y habían sacado la gente y heridos della por la artillería que les hacía daño. La otra estaba medio deshecha.

Yo estaba imposible de mimada, de traviesa y de voluntariosa. Yo era un diablillo y necesitaba que me metiesen en costura. Ahora, que he vuelto de nuevo a casa, soy persona de mucho juicio. ¿Y cómo no he de querer a mamá? Me mima, me celebra, me idolatra. Mis caprichos son ley. Mamá me regala mil dijes; gasta un dineral en mis vestidos y sombreros. Nunca rabia cuando vienen las cuentas.

Gustaba de hacer consideraciones picarescas sobre el espanto que se apoderaría de nuestros abuelos, si de repente los metiesen en el coche de un ferrocarril, o les dijesen que podían conferenciar cuando quisieran con un amigo residente en la Habana.

Fueron cinco ó seis fragatas juntas, en que iban el Conde de Vicar, D. Pedro de Urrias y otros muchos caballeros. Tratándose aquel día si los enemigos metiesen gente en tierra ir á estorbárselo, preguntó D. Alvaro al Duque qué armas llevaría. El Duque le respondió que allí tenía armas y un volante; pero que no iría, por quedar en el fuerte á dar orden de lo que era menester.

Cada vez que le sacudían de sus divagaciones y le sacaban del ensimismamiento oratorio, exigiéndole atención hacia el mundo exterior, se le hacía más violencia que si le metiesen las manos en los bolsillos y se los dejasen vacíos y vueltos del revés.

10 Hizo también la mesa de madera de cedro; su longitud de dos codos, y su anchura de un codo, y de codo y medio su altura; 13 Le hizo asimismo de fundición cuatro anillos de oro, y los puso a las cuatro esquinas que correspondían a los cuatro pies de ella. 14 Delante de la moldura estaban los anillos, por los cuales se metiesen las varas para llevar la mesa.

Cuando llegaron hizo acercar la una, en la cual doña Clara y don Juan entraron y se dirigieron al alcázar. Luego, con la otra silla de manos se fué á la casa donde estaba el padre Aliaga, con lo que había sido Dorotea, abrió, hizo que los ganapanes que conducían la silla le metiesen dentro y se quedasen fuera.

A lo sumo se permitían maldecir de los curas, acusarles de inmorales y codiciosos, o renegar de que se «metiesen en política» y tomasen las armas para traer el «escurantismo y la Inquisición»: cuestiones más trascendentales y profundas no se agitaban, y si a tanto se atreviese alguien, es seguro que le caería encima un diluvio de cuchufletas y de injurias.