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Pacheco, movido por igual fervor, escribe que el fin de la pintura será mediante la imitación representar la cosa con la valentía y propiedad posible... y estando en gracia alcanzar la bienaventuranza, porque el cristiano criado para cosas santas, no se contenta en sus operaciones con mirar tan bajamente... de modo que la pintura que tenía por fin parecerse sólo a lo imitado ahora como acto de virtud, toma nueva y rica sobreveste, y demás de asemejarse, se levanta a un fin supremo, mirando a la eterna gloria.

Ya habrás notado que no escribo muy mal tu idioma y hasta que he imitado y casi traducido en sanscrito versos de Goëthe. No ignoro tampoco las literaturas francesa, inglesa y de otros pueblos.

Al frente de los dramáticos franceses que, por lo general, han imitado á los españoles, debe nombrarse á Rotrou, no sólo teniendo en cuenta el tiempo en que escribió, sino también las obras que compuso. Demuestra singular aptitud para sentir y apreciar las bellezas de sus originales, y un talento poco común para reproducirlas.

Pepe Castro se peinaba echando el pelo hacia adelante, para ocultar cierta prematura calva. Ramoncito, que tenía un pelo hermoso se peinaba también hacia adelante. Hasta la calva hubiera imitado con gusto por parecerle más chic. Pues bien, a pesar de tan devota imitación no había podido obedecerle en lo tocante a sus incipientes amores.

Hay una estación en la cima y también fondas y kioscos de estilo chinesco. El viajero que va en busca de emociones encuentra allí bizcochos, licores y poesías á la salida del sol. Lo que han hecho los americanos en el monte Washington, lo han imitado á escape los suizos en el Righi, en el centro del panorama grandioso de lagos y montañas.

Cuando pasó la frontera de Salta, se halló este oficial en el centro de una gran insurreccion que devoraba la provincia de Chichas. Suipacha, Cotagaita, Tupiza, estaban en manos de los insurgentes, que en esta última ciudad habian imitado el ejemplo de Tupac-Amaru, ahorcando á su corregidor.

Dejóse la bacía en el suelo, con la cual se contentó don Quijote, y dijo que el pagano había andado discreto y que había imitado al castor, el cual, viéndose acosado de los cazadores, se taraza y arpa con los dientes aquéllo por lo que él, por distinto natural, sabe que es perseguido.

Nunca, como en aquel momento había experimentado Lorenzo y Ricardo como él, la influencia tonificante que Melchor les producía, nunca como en aquel momento y realizando aquel viaje, se les había mostrado éste tan digno de ser imitado, y nunca habían sentido más candente el rubor de la propia debilidad, puesta en alto relieve por la tenaz y vibrante prédica de Melchor, quien, advirtiendo el efecto que les producía, continuó diciendo: Yo no puedo pretender ofrecerme como un ejemplo de impecable discreción; pero nunca he trasmitido a nadie ni la más mínima participación en mis angustias ni en mis tristezas, que siempre han sido consecuencia de mis actos, y tengo invocando la amistad a que apelaba Ricardo hace un rato, el derecho de reprocharles en cuantas ocasiones se me presenten, la inercia moral que ustedes revelan, que ustedes cultivan.

Llegaba el momento de satisfacer nuestra ardiente curiosidad de contemplar, siquiera de paso, las admirables riberas de ese rio, entre Mayenza y Colonia, donde la naturaleza, el tiempo y la industria humana han amontonado sobre las rocas volcánicas de un revuelto cordon doble de montañas, cien viejos castillos feudales, monumentos de una civilizacion romántica, de una época de recomposicion social; numerosas ciudades, villas y aldeas, llenas de tradiciones, donde hoy florecen la Industria y el comercio de la Prusia rineana; paisajes encantadores que el arte y la poesía han imitado y cantado mil veces, y vastos y caprichosos viñedos cuyos productos generosos son el orgullo de la Alemania.

Se ha notado en Francia esta coincidencia entre ambas piezas dramáticas; pero se ha afirmado absurdamente que Calderón ha imitado á Corneille; esta afirmación, ya en inverosímil, es rechazada pura y simplemente por el hecho de que el drama de Calderón se había impreso en 1637, y el Heraclius se representó por vez primera en el de 1647.