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Mientras duró la confesión, D. Juan paseaba agitadamente por el amplio corredor de la casa en espera, devorado por curiosidad ardiente, presa de vagos y tristísimos presentimientos. Salió al fin el penitenciario, quien sin responder a la muda interrogación que le dirigía con la vista, tomole gravemente de la mano y le llevó en silencio hasta su propia habitación, donde se encerraron.

Lo que importa es que, ya que la ha traído, se lleve usted inmediatamente a esa señora. Me atrevería a suplicarle que, aunque no la perdone, le permita al menos hablar con usted... Quizá tenga algunas revelaciones que hacerle. No soy curioso. El P. Gil bajó la cabeza y permaneció silencioso mientras el mayorazgo comenzó a pasear agitadamente por la estancia con las manos en los bolsillos.

¿Sabe que no le conozco, mi amigo?... Pero aguárdese un instante el que sea, que estoy concluyendo de afeitarme. Le molestó extraordinariamente aquella dilación. Se puso á dar vueltas agitadamente por el pasillo. Cada minuto que pasaba le parecía que traía consigo una calamidad.

Al llegar la noche comenzó a pasear, agitadamente, por uno de los corredores. Poco rato después pasó por allí Marroquín que iba al comedor a cenar: el cura le dejó cruzar a su lado sin saludarle; pero cuando estaba a unos cuantos pasos de distancia, le llamó: «Oiga usted una palabra, Sr.

¡Virtuosa!..., ¡virtuosa! murmuró con cólera el joven . También lo eres sin necesidad de tales extravagancias... ¡No me compares a con María! Ricardo se puso a dar paseos por el cuarto, agitadamente y sin pronunciar palabra. Después volvió a la alcoba y tornó a sacar el cilicio del cajón, examinándolo con más cuidado. Parece que estos pinchos forman letras... Mira... ¿ sabes lo que dicen?

Al cabo se fue, y corrí a mi cuarto, encendí agitadamente ta bujía y abrí la carta; «Ya estoy fuera del convento me decía. Si usted quiere recibir las calabazas prometidas, pase usted a las once por delante de mi casa. Estaré a la reja, y hablaremos». Puede juzgar cualquiera la viva alegría que aquella carta debió producirme. Todos mis sueños se realizaban de una vez.

¿Qué desea? dije respirando agitadamente. Me indicó con un ademán que no podía contestar a mi pregunta. ¿Lo sabe todo? , todo. Abrió una puerta, me hizo entrar impulsándome suavemente y cerró tras . Me hallé en una sala pequeña y lujosamente amueblada. Al principio creí hallarme solo, porque las dos velas encendidas sobre una mesa tenían pantallas y despedían escasa luz.

Dio la vuelta con presteza y se puso a marchar agitadamente por los caminos más solitarios del parque, presa de una violenta cólera. ¡Miserable...! ¡traidor...! ¡granuja...! ¡Después de lo que yo he hecho por él! Iba murmurando por intervalos estas y otras frases por el estilo. Recordaba los favores que había hecho a García sin pensar, por supuesto, en los que éste le había hecho a él.

Hoy, cuando ya empezaba a impacientarme de la tardanza de Adela en pasar por el bosque, y recorría agitadamente el sendero que conduce a Valency, la he visto venir con el aire preocupado, la cabeza inclinada y el libro en la mano.

Toda el alma de la niña estaba pendiente del ser querido que respiraba agitadamente a su lado, y sin equivocarse un punto, con la exactitud de un cronómetro, contaba los latidos de su corazón y observaba los movimientos de su pecho. Don Máximo y la señora de Ciudad cuchicheaban en la sala como si se estuviesen confesando.