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Actualizado: 9 de noviembre de 2025


«Y a ti, Isidora, ¿qué te parecen estas maravillas? prosiguió Augusto, cuando pasaban a otra sala . Probablemente no te llamarán mucho la atención, porque vienes del centro mismo de la elegancia y del lujo, de aquel París... Mira, mira estos retratos de caballeros y señoras de los siglos XVI y XVII... ¡Qué nobles fisonomías!

Nunca salvó la distancia que mediaba entre el pueblo y la casa de su hermano tan rápidamente. Cuando llegó, Tomás estaba partiendo leña delante de la puerta. ¿De dónde diablos vienes tan temprano? le preguntó levantando la cabeza con sorpresa. Oye, Tomás, necesito hablar contigo de un asunto importante... Vámonos arriba. El molinero se inmutó visiblemente al escuchar estas palabras.

Pero ¡cállate, condenado! exclamó la muchacha . Puesto a gritar, dale un viva al vino, porque me parece que vienes algo marcado. Estoy borracho, es verdad; borracho de entusiasmo, de vida, de inspiración... El porvenir es nuestro, nena; los jóvenes triunfaremos. eres la belleza, la musa de la juventud: deja que te cubra de flores.

Martín querrá quedarse en casa; pero Juan, Juan debería ir... Precisamente está a la entrada, haciéndole una seña con la cabeza. Después se sienta en el banco, a su lado... Está cansado, tiene mucho calor; ha trabajado rudamente. Algunos minutos después se levanta: Yo no me quedo aquí. Hace un calor sofocante. ¿Adónde vas? Voy al río. ¿Vienes? . Y ella deja la labor y se apoya en su brazo.

Pero se quedó mirando por el quicio de la puerta y su escándalo creció cuando vió que su señora y el joven caballero se asían tiernamente de las manos, y que el caballero se atrevía á dar un beso á su señora. ¡Oh, qué hermoso y qué gentil vienes, mi don Juan! dijo doña Clara, mirando arrobada al joven . Y cómo se conoce la ilustre sangre que te alienta.

Y haciendo la cruz con dos dedos, se la besó. «A buena parte vienes!... Si estoy yo de mantones...». Pero no serán como este. Mejores, cien veces mejores... Pero me alegro de que hayas venido: te voy a dar un aderezo para que me lo corras. Y siguieron picoteando de este modo hasta que entró Maximiliano, y doña Lupe mandó sacar la sopa.

FELIC. Tello, no hay que porfiar, Porque es tanta su tristeza Que no deja de llorar. Si en esa torre la tienes, ¿Es posible que no vienes A considerar mejor Que, aunque te tuviera amor, Te había de dar desdenes? Si la tratas con crueldad, ¿Cómo ha de quererte bien? Advierte que es necedad Tratar con rigor a quien Se llega a pedir piedad.

Este procedimiento prudentísimo no le valió, sin embargo. Ya una vez, como repitiese con harta frecuencia lo de asomar la nariz á la puerta de la alcoba, Doña Blanca había dicho: ¿Qué haces ahí? ¿Vienes á molestarme? Pareces un buho que me espanta con sus ojos. Déjame en paz, por Dios.

Después giró la vista en torno con cierta alarma, y continuó en voz baja como si las cepas pudiesen oírle: ya me conoces: te trato con confianza porque eres incapaz de andar con soplos y porque has visto mundo y te has desasnado en el extranjero. ¿A qué me vienes con preguntas? Ya sabes que callo y dejo rodar las cosas. No tengo derecho a más.

¡Al fin llegas! refunfuñó el señor Aubry con voz débil, ¡qué tarde vienes! Sabías que yo debía estar atormentado hoy, esperando tus noticias. Piensa en lo horrible que es mi situación: ¡verme amenazado, y estar aquí, paralizado, incapaz de moverme, y aún de pensar! añadió llevando las manos a su cabeza, en un ademán de sufrimiento. Créame, señor, si usted tuviese más calma, estaría ya en pie.

Palabra del Dia

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