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Al ver a Stein, le propuso que le acompañase; este aceptó, y los dos se pusieron en camino en dirección al lugar. El día estaba tan hermoso, que sólo podía compararse a un diamante de aguas exquisitas, de vivísimo esplendor y cuyo precio no aminora el más pequeño defecto. El alma y el oído reposaban suavemente en medio del silencio profundo de la naturaleza.

Esta idea, a pesar de ser tan alta, fue muy inteligible para Fortunata, a quien se acercó Guillermina, y echándole el brazo por los hombros, la apretó suavemente contra . Nunca, en tiempo alguno, ni en el confesionario, había sentido la prójima su corazón con tantas ganas de desbordarse, arrojando fuera cuanto en él existía.

Tiraba Rosalía de los cajones de la cómoda suavemente para no hacer ruido; sacaba faldas, cuerpos pendientes de reforma, pedazos de tela cortada o por cortar, tiras de terciopelo y seda; y poniéndolo todo sobre un sofá, sobre sillas, baúles o en el suelo si era necesario; empezaba un febril consejo sobre lo que se debía hacer para lograr el efecto mejor y más llamativo dentro de la distinción.

Y quedó el firmamento sereno y límpido, desplegando su oscuro manto tachonado de estrellas. La luna trazaba un círculo luminoso a su alrededor, en el cual, como reina orgullosa, no permitía brillar ningún otro astro. El dilatado valle pareció estremecerse suavemente de placer al sentir el beso de la luz.

Se levantaba la primera, y ya lavada y peinada, iba a ver preparar el desayuno de la familia; que el chocolate de don Bernardino, y el mate de la madre, y el te con leche de los hermanos, estuvieran en el punto en que el capricho de cada cual lo exigía; daba prisa a los criados, y les amonestaba, suavemente. Bernardo, ¿quiere usted hacerme el favor de darme el jarro de la leche?

Avanzó suavemente hacia la mesa de trabajo, y el joven, habiendo levantado los ojos, vio surgir de la penumbra el rostro de la que amaba. No pareció sorprendido; mirando la aparición con sonrisa de extático, murmuró como en sueños: ¡Fantasma querido!

De súbito, se echó hacia adelante invocando a Dios para que la matara en el acto, y desalentada e inerte cayó de cara contra el pupitre del maestro, llorando y gimiendo, como una Magdalena. El maestro la alzó suavemente esperando a que se le pasara el paroxismo de la primera excitación.

Unas veces la diligencia rueda suavemente por entre tupidos bosques, basílicas perfumadas de verde y blando tapiz y elegantísima techumbre, donde la mirada se siente como aprisionada entre artesonados de verdura aérea coronando interminables columnatas de color gris ó rojizo, como parecen los mástiles de los abetos y pinos; otras se desciende al fondo de un estrecho vallecito lleno de aromas y rumores salvajes, ó salpicado de chalets y sementeras, ó colmenas de abejas domesticadas, que le dan el aspecto de un huerto caprichoso y variado; otras, en fin, al trepar á una eminencia, sobre alguna de las mas altas montañas, ó al pasar por delante de una abra de los grupos ó cordones que las forman, se registra un vasto horizonte que abarca toda la Suiza central, y se ve á lo léjos, al S.S.-E., el grandioso anfiteatro de montañas graníticas y nevadas de los Alpes berneses.

Pierde cuidado, preciosa dijo echándole un brazo sobre el hombro y atrayéndola suavemente hacia ; ni las olas suben, ni nosotros bajamos... ¿Tienes miedo a morir? ¡Oh, no; ahora no! exclamó la niña en voz apenas perceptible, estrechándose más contra su amigo. Ricardo no oyó esta exclamación.

Pero mira, vas a estar lindísima; ponte la camelia en la cabeza, a la derecha, para que yo pueda vértela desde mi balcón». Y le tomó las manos, y se las besó; y conforme conversaba con Sol, se pasaba suavemente la mano de ella por su mejilla; y cuando le dijo adiós, la miraba como si supiera que corría algún peligro, y le avisase de él, y cuando fue hacia el coche, ya se le iban desbordando las lágrimas.