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Actualizado: 21 de noviembre de 2025


Después de visitar varias casas, saliendo de ellas con el corazón desgarrado, hallábase otra vez en el corredor, ya muy intranquila por la tardanza de su amiga, cuando sintió que le tiraban suavemente de la cachemira. Volviose y vio una niña como de cinco o seis años, lindísima, muy limpia, con una hoja de bónibus en el pelo.

Acostumbrándose á pensar sobre cuantos objetos se ofrecen, y á dar constantemente al espíritu una direccion seria, se consigue lentamente, y sin esfuerzo, la conveniente disposicion de ánimo, ya sea para fijarse largas horas sobre un punto, ya para hacer suavemente la transicion de unas ocupaciones á otras.

Un beso... un beso respondieron los chicos, una niña y un niño de seis y cinco años respectivamente. ¿Nada más? La niña, avergonzada, hizo signos negativos con la cabeza. Reynoso se inclinó para besarla. Mas he aquí que cuando lo estaba haciendo, el niño le introdujo suavemente la mano en el bolsillo.

Una fosca media noche, cuando en tristes reflexiones, sobre más de un raro infolio de olvidados cronicones inclinaba soñoliento la cabeza, de repente a mi puerta llamar: como si alguien, suavemente, se pusiese con incierta mano tímida a tocar: «Es me dije una visita que llamando está a mi puerta: eso es todo, ¡y nada más!» ¡Ah!

La muchedumbre arrodillada sobre el césped asiste recogida y silenciosa al santo sacrificio mientras la brisa de la montaña agita las hojas de los árboles y refresca suavemente sus sienes. Demetria, de pie como sus tres compañeras al lado de la Virgen, había encontrado los ojos de Nolo posados sobre ella.

Ruborizóse ella otro poco, retiró la mano y la puso suavemente sobre el brazo del caballero al tiempo que murmuraba, mostrándole una de las ventanas. Venga usted, hablaremos con más libertad en el jardín... Y a través de las avenidas asoleadas le condujo hasta el centro del parque.

Lo mismo Gloria que yo, creemos que doña Tula se opone aún más que don Oscar... Y vuelta a explicárselo otra vez con pelos y señales. Luego entendió que lo que yo deseaba era que fuese a pedir por la mano de Gloria a su madre, y le pareció grave. No, señor conde; lo único que solicito de usted es que hable con su prima y procure suavemente vencer su resistencia.

Conmovido por aquel silencio, que revelaba mejor que ninguna frase lo que su alma sentía, el joven le tomó una mano y la llevó suavemente a los labios: por primera vez desde que se conocieran, ella no hizo resistencia alguna.

Levantábase del suelo don Guillén, y Angustias se precipitó en sus brazos, tendiendo hacia él los labios sedientos, la cabeza derribada hacia la espalda, como inerte. Don Guillén le enderezó suavemente la cabeza y le besó la frente.

Las aguas, ondeando suavemente, tomaban reflejos de oro. A intervalos sonaba cada vez más lejos el grito desesperado de aquella pobre mujer, desgreñada y loca, que las amigas empujaban a casa. ¡Antoñico! ¡Hijo mío!

Palabra del Dia

vengado

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