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Actualizado: 4 de julio de 2025
Porque esos dos tienen una lengua muy mala. ¡Dios nos libre de ella! repuso la solterona sonriendo también con alegría maliciosa, mirando al mismo tiempo a la joven con la benevolencia condescendiente con que se mira a las criaturas inocentes. Pero ¿quién suponen que es su madre? ¿Quién ha de ser? Amalia... ¡Silencio! dijo apresuradamente, bajando más la voz. Quedó estupefacta.
Los predicadores tronaban en el púlpito contra el entristecedor espectáculo del celibato involuntario, y uno de ellos llegó a decir que las hijas solteras que se quedan en el mundo son en él objeto de escándalo y un obstáculo a las buenas costumbres. ¿Cómo, después de esto, atreverse a permanecer solterona?
Señor cura dije en tono de protesta, si usted supiera cuánto deseo complacer a la abuela... Eso está muy bien dicho, pequeña respondió la abuela muy contenta. Vaya, la señorita Magdalena no se quedará solterona, lo preveo dijo el cura sin dejar de sonreír. No será porque no las quiera ni porque no las defienda contesté arriesgando una mirada del lado de la abuela.
Eso es lo que tú murmurabas durante tus largos silencios ... ¡Me hacías traición en pensamiento, antes de hacérmela en acción! Pero ¡yo te arreglaré! ¡Tengo sobre ti autoridad! Que usted se atribuye, pero que no existe. No tengo más dueño que mi marido.... ¡Yo te separaré de él! gritó la solterona en el colmo del furor. Desafío á usted á que lo haga. ¡Ah! ¿Tú me provocas?
El amor a los chismes no es solamente un defecto de solterona, sino la pasión de todas las mujeres desocupadas y frívolas. En cuanto al carácter de la Bonnetable, debe ciertamente de encontrarse en mujeres casadas. Conozco algunas, por mi parte, que no dejan nada que desear en cuanto al órgano, al gesto y a la manía del mando.
La señorita Guichard lanzó un doloroso suspiro y bajó la cabeza con desesperación. ¿Sentía remordimientos por lo que había intentado contra Roussel, ó solamente disgusto por no haber vencido? El diablo sólo hubiera podido saberlo, porque sólo el diablo podía leer en el alma de la solterona.
¡Sí, ciertamente!... ¡Pero me disgustaría tanto casarme sin amar! Paréceme que para resolverme a una cosa semejante, sería preciso que me viera en peligro inminente de morir solterona... ¡Y no he llegado a ese extremo todavía! No, todavía no. ¡Esperemos, entonces, esperemos!
Una mañana, Felicita entró en la zapatería de Apolonio, cosa acostumbrada; pero aquel día, la solterona llevaba desencajado el rostro, con expresión que pretendía ser colérica, y, sin embargo, dejaba recelar un placer oscuro. «¿Qué tripa se le habrá roto a esta vieja vestal?» pensó Apolonio.
Dábale a entender que sería una tristeza quedar solo, después de haberse acostumbrado a su compañía, y apelaba también, algo grotescamente, a qué dirán, sosteniendo que doña Luz era muchacha y que no debía campar por sus respetos como vieja solterona, que buena y severa que fuese, si vivía sola, habían de decir que era una vaca sin cencerro.
Pero en torno de esta creación singular se agrupan, como digno cortejo, todos con fisonomía propia y rebosando de vida: la vieja Narda, sentenciosa consejera de Magdalena; el hidalgo don Lope, alma de oro con corteza de hierro, tan breve en palabras como largo en hechos, último vástago de aquellos indomables banderizos del siglo XV, y condenado en el nuestro a matar las solitarias horas sobre su potro de piedra; el estudiante, el indiano, la solterona Osmunda, providencial castigo de don Gonzalo; Carpio y Gorio, en quienes se cifra y compendia el carácter del campesino montañés con todos sus rodeos y suspicacia, y hasta los personajes de segundo orden, Chisquín, Toñazos, Polinar, Barriluco.... ¡Qué plenitud de sangre española en todos ellos! ¡Y qué cuadros los que llevan los títulos de La feria de Pedreguero, La romería de Verdellano y El festín!
Palabra del Dia
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