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Actualizado: 4 de junio de 2025
La hermosura moral de Clara nos la hace simpática e interesante; nos la convierte, de la más humilde solterona, pobre, desvalida y vieja, en persona interesante, digna de la poesía y de las que honran y glorifican la condición humana. Más poética aún, y de más sencillo argumento, es la novelita Un alma pura, de que ya hemos hablado.
Y la abrazaba con una efusión que no dejaba de tener sus encantos para la solterona.
Este gesto hirió a la solterona, que se apresuró a decir con aguda sonrisa: Pues precisamente porque a tí te importa es por lo que temo decírtelo. No entiendo... María Josefa se inclinó hacia ella y le dijo: Porque dicen que el padre de la criatura es Luis. Como ya antes había sentido la puñalada, Fernanda quedó impasible y preguntó con indiferencia: ¿Qué Luis? El conde, muchacha.
Se hace constar con asombro que una mujer pintora de Grecia, la famosa Lala, de Cycique, que vivió 80 años antes de Jesucristo, no se casó, y se cuida de hacer observar que fue su gran fervor por su arte lo que la llevó a esa extremidad lamentable. Del mismo modo, la hija de Plinio, el célebre naturalista, necesita la reputación de su padre para hacer aceptar su situación de solterona.
Hubiera deseado encontrar otra Isabel de Francia para tener derecho a sentar un sólido juicio sobre una base no menos seria; pero con gran sentimiento mío, la vocación del celibato no parece haber sido voluntaria en los siglos pasados. Casarse es decididamente una cosa de un orden esencialmente natural y parece que la solterona por gusto es una creación exclusivamente moderna. ¿De dónde viene?
No, no tanto como usted supone respondió el cura un tanto malicioso. Lo que estoy exponiendo en este momento son las ideas nuevas. Ahora bien, estando casi admitida la vocación al celibato, se puede decir de un modo general que toda solterona agria, malévola y malhumorada es una solterona involuntaria.
Abuela, tú no eres de la opinión de Legouvé, confiésalo... En una mujer casada respondió la abuela todo eso puede ser verdad, pero... en una solterona... ¡Solterona! exclamé lanzando una alegre carcajada. ¡Qué gran error, abuela!... Soltera sí, y a mucha honra; pero solterona, jamás...
Había tomado enérgicamente su partido y había trazado de antemano la senda de su vivir. Las frases burlonas de quedarse para tía o para vestir imágenes no hacían mella en su firme y acerado corazón, ni podían violentarla ni inclinarla a aceptar marido con el solo fin de no llegar a solterona.
¿Qué era esa dama evocada por la imaginación de nuestros antepasados? Algunas veces era una delicada niña de púdica sonrisa; con frecuencia era la esposa de algún caballero renombrado, pero ni una sola vez, que yo sepa, se la encuentra bajo las facciones de una honrada y casta solterona.
Y misia Casilda, tan bondadosa y tranquila siempre, una malva, según la expresión de sus amigos, honroso calificativo de que rara vez es merecedora una solterona, no podía estarse quieta, porque aquel tema de los Esteven la sacaba de sus casillas; movía los vasos, cambiaba los platos, con movimientos nerviosos, sin fijarse donde colocaba los objetos, hablando a borbotones.
Palabra del Dia
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