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Actualizado: 4 de octubre de 2025


respondí un poco pensativa, la solterona, tal como la pintas, vive en un martirio perpetuo. Todo el calor desocupado de su corazón se transforma y se pierde... Da en hiel lo que hubiera debido prodigar en miel... ¡Pobre solterona!... , por lo mismo que compadezco con toda mi alma a esas víctimas de la vida, no querría, hija mía, verte tomar un camino semejante...

La obediencia no es mi fuerte, la pobreza me molestaría y sólo me seduce la castidad. Tales gustos son los de una solterona, pero no son una vocación religiosa. Pero el matrimonio no me seduce tampoco mucho. ¿Estás segura, abuela, de que tengo la vocación del matrimonio? ¡Cómo disparatas, hija mía, cómo disparatas! suspiró la abuela encogiéndose de hombros.

¡Decrepitud! malísima abuela, retira pronto esa fea palabra. ¡Diablo! Una solterona... ¡Injusto calificativo!... ¿Por qué ese epíteto de viejas en una edad en que lo somos tan poco? Es el uso respondió la abuela en un tono que significaba que no había nada que replicar.

A los dieciséis años era más que su derecho, era su deber, caballero. Sin duda, pero la gracia puede aliarse con la seriedad. Hasta los quince años se es una niña, de quince a treinta una joven. Y hasta una solterona... Es usted severa, señorita. Mi tío, que apenas se considera como un soltero maduro... Anda, sobrino, no te quedes corto. Dispensa...

La solterona después del mercado recorría las casas de la nobleza para pregonar aquel exceso de caridad con que ella y su hermana daban ejemplo al mundo. Si ustedes la vieran decía está desconocida; se la ve engordar. Parece un globo que se va hinchando poco a poco. Verdad es que aquella Águeda tiene unas manos.... En fin, ustedes saben por experiencia cómo guisa mi hermanita.

Pero se vengaba tan lindamente de ellos y ellas, poseía una lengua tan acerada, que la mayor parte de los jóvenes le sacrificaban por lo menos un baile en todos los saraos: cuando se descuidaban, las mismas muchachas se lo recordaban, temiendo las iras de la feroz solterona.

Y va derecha al Cielo añadió el cura, escoltada por las lágrimas de todos los que ha aliviado y acogida por las sonrisas de los bienaventurados que la han precedido... Entonces, la solterona... pregunté. Es una reina en el Cielo... cuando ha sido buena. ¿Y si no lo ha sido?...

La joven se ingeniaba entonces para agradar á la terrible solterona, la hablaba con amabilidad y trataba de arrancar una sonrisa á sus labios severos y una caricia á sus manos nerviosas. Una tarde de julio, estaban juntas en aquel sitio, cuando oyeron sonar en la plaza risas estrepitosas, acompañadas de piafar de caballos.

Nunca había reinado en el pueblo semejante fiebre epistolar, a juzgar por el número de contribuyentes que iban a pedir sellos y tarjetas postales. Sabe usted, hija mía, la vida es aquí muy barata decía con volubilidad la buena solterona; la manteca a una peseta la libra... ¿Las hojas de sellos?

¿Cómo? dijo el cura con estupor, ¿encuentra usted que Magdalena ha dicho una tontería porque quiere que el cristianismo inspire la vida de la solterona? No, señor cura, no es eso. Esta chica nos marea suponiendo que sólo el cristianismo ha hecho las solteronas... ¿Y usted quisiera que yo le dijese que se equivoca? preguntó el cura maliciosamente. ¡Oh! , señor cura suspiró la abuela.

Palabra del Dia

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