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Actualizado: 4 de junio de 2025


Y añadió dirigiéndose a : Si necesita usted absolutamente una princesa, me parece que la Corte de Luis XVI le ofrece una solterona distinguida... ¡Qué aturdida soy! dije con convicción. Es verdad, olvidaba a madama Isabel, la hermana de Luis XVI... , madama Isabel, sin hablar de otras ilustres solteronas.

No tome usted en mal sentido mis palabras, inspiradas sólo en el interés que por usted tenemos mi marido y yo.... Su marido de usted ... interrumpió la fogosa solterona, ¿qué ha sabido? Dígame usted la verdad! Pero si no sabe nada; supone solamente, como yo, que don Mauricio podrá, en un momento dado, ser impulsado por una influencia ... exterior.... ¡Cuál! Diga usted todo su pensamiento....

Por eso es de circunstancias... respondí valientemente. Puesto que soy una solterona involuntaria, utilicemos las recetas de las solteronas... Resumamos, señor cura... Para hacer una solterona se toma una joven, se la desilusiona, se le hace traición... No siempre protestó Genoveva.

¡Solterona!... Pues bien, acepto el augurio... 20 de octubre. Con gran desesperación de la abuela, Genoveva me envió al día siguiente los libros prometidos y desde entonces los leo y los devoro. Aunque la abuela dice que estoy ridícula con mis solteronas, la verdad es que las encuentro un serio interés. Mis estudios me deleitan y los continúo.

No tanto como usted cree respondió vivamente el cura. Si he comprendido bien continuó dirigiéndose a , querría usted saber cómo se distingue una solterona voluntaria de una forzosa, cuando ambas son de cierta edad... Eso es, señor cura, enteramente eso. Entonces replicó el cura sonriendo a medias, se tiene ya la murmuración del pueblo como base de información...

Sebastián no dudó ni un instante que la monstruosa aldeana fuese soltera, solterísima, y no digo solterona, porque la suma fealdad, como la suma belleza, no permite el cálculo de edades.

Pero hay que convenir en que algunas veces se necesita para ello un heroísmo superior a la naturaleza humana. La solterona, que las cogía por el aire, le clavó una mirada rencorosa y maligna. ¡La naturaleza humana! exclamó con displicencia. La naturaleza humana presenta algunas veces formas tan estrambóticas que hasta el heroísmo sería ridículo en ellas.

Allí se necesitan los unos a los otros, y la existencia de una solterona... Sería un escándalo añadió la abuela contenta al ver que había en la tierra numerosas personas sensatas. Pero continuó, no nos extraviemos... Magdalena me ha prometido escuchar cuerdamente la proposición que nos hace usted el honor de trasmitirnos.

En seguida clasifiqué a las personas que pasaban en mis tres grandes divisiones: Solteronas voluntarias. Solteronas resignadas. Solteronas recalcitrantes. Vuelta a casa, continué mis meditaciones y he aquí lo que llegué a poner en claro en conjunto. La solterona voluntaria, diga lo que quiera el padre Tomás, se distingue a primera vista. Es viva, aunque sea reumática y sobre todo si es nerviosa.

Una vaga melancolía nublaba un instante la pura radiación de sus grandes ojos... A los veinte años estaba acabada su juventud y, solterona antes de tiempo, seguiría estando sola, sin apoyarse jamás en el brazo de un esposo, sin inclinarse nunca hacia la dulce carita de un niño, sin otra criatura a quien proteger que aquella madre infantil de la que hubiera podido decir con un escritor célebre: «Mi madre es una niña que yo tuve cuando era pequeña

Palabra del Dia

rigoleto

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