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Actualizado: 8 de julio de 2025


El alma descansa y se regocija leyendo como yo he leido todos los dias los anuncios que hacen las personas pobres de haber encontrado braceletes de oro, billetes de banco, alhajas preciosas, y lo que es mas aun, monederos y bolsillos con cantidades respetables en metálico: lo publican para que llegue á conocimiento de sus dueños y pasen á recojerlos. ¡Es admirable, es magnífico, es consolador!

Al mismo tiempo se deshace en elogios de todo lo ñoño, pobre y ridículo que se publica o se representa, con lo cual satisface sus instintos y a la vez regocija a los astros literarios que le iluminan en su carrera. Es el peor intencionado de los mosquitos que hemos estudiado, y por eso es el único que tiene buen paradero.

Tanto peor para aquellos a quienes mi dicha ofusque; no tienen más que cerrar los ojos. Aquella alegría desenfrenada pareció devolver al anciano una apariencia de razón. Se levantó con energía y dijo a la viuda: ¿Piensa usted en lo que está haciendo? ¡Usted se regocija delante de de la muerte de mi hija!

No busquéis en sus páginas retóricos aliños cuyo objetivo sean rebuscados primores de estilo; Nieto se ciñe á exponer con claridad y concisión, y á razonar con solidez y lógica, y en estos tiempos en que el buen gusto huye como del demonio de las fatigosas ampulosidades de una retórica mal empleada y de impertinentes metáforas é inútiles tropos, y se regocija con la sobriedad del lenguaje, que no está reñida, ni mucho menos, y más bien al contrario, con la elegancia, estas condiciones del autor constituyen un verdadero mérito.

«...¿Se han reunido todos los ministros?... ¿Puede empezar el Consejo?... ¡El coche, el coche, o no llegaré a tiempo al Senado!... Esta vida es intolerable... ¡Y el país, ese bendito monstruo con cabeza de barbarie y cola de ingratitud, no sabe apreciar nuestra abnegación, paga nuestros sacrificios con injurias, y se regocija de vernos humillados!

El pretendiente al revés (frisando también en parte con el idilio) desenvuelve con admirable penetración psicológica los misterios de los corazones enamorados. El castigo del pensé que... representa en sus dos partes, de una manera gráfica, la verdad de que la dicha próxima se gasta por la excesiva reflexión, declarándose, al principio de la segunda parte, que la primera había sido recibida con el mayor aplauso, y que había sido puesta en escena en todos los teatros de España, en ciudades, villas y aldeas. Moreto la utilizó en su comedia El parecido en la corte, como le sirvió también para el mismo objeto La entretenida, de Cervantes. En Ventura te Dios, hijo, se describen con tanta gracia como verdad los caprichos de la fortuna, al conceder sus dones, y cómo se burla la casualidad de todos los cálculos de la sabiduría humana. Las tituladas Celos con celos se curan y Del enemigo el primer consejo, desenvuelven resortes dramáticos, semejantes á los empleados por Lope en su comedia Milagros del desprecio, y hubieron de servir después á Moreto para el argumento de su célebre El desdén con el desdén. Por el sótano y por el torno y Los balcones de Madrid son modelos inimitables de la comedia de Capa y espada, distinguiéndose también por su gracia picaresca y por la libertad que reina en su intriga amorosa. Pocas obras dramáticas de este género, por su animación y por su vida, podrán compararse á la que lleva el título Desde Toledo á Madrid. Don Baltasar, que pretende á una dama llamada Doña Ana, hiere mortalmente á su rival, y después del combate se refugia en la casa más próxima, y se oculta en una de sus habitaciones más solitarias. Sorpréndelo aquí Doña Mayor, hija del dueño de la casa, enamorándose de ella de tal modo, después de celebrar un breve diálogo con la misma, que se olvida por completo de su primer amor. Sabe que Doña Mayor está prometida á un cierto Don Luis, y que en aquel mismo día, acompañada de él y de sus padres, ha de encaminarse á Madrid para celebrar sus bodas. Don Baltasar, á quien la novia muestra pronto su inclinación amorosa, porque contra su voluntad ha accedido á contraer el enlace propuesto con Don Luis, toma la resolución de disfrazarse de mozo de mulas y entrar en el séquito de su amada. Se da trazas de jugar su papel á la perfección, y regocija á toda la compañía por la mezcla que ofrece de rústica grosería y de agudeza y socarronería algo libertina. A la mula, que lleva á Doña Mayor, arrima un cardo bajo la cola, de suerte que no se puede refrenar, y que el supuesto mozo, corriendo siempre detrás de ella, se encuentra solo en el campo con su amada, y ambos hablan sin obstáculos cuanto les parece. Los demás circunstantes sospechan tan poco la verdad del caso, que llaman en broma á Don Baltasar novio de Doña Mayor; y en la parada que hacen para pasar la noche, y para que parezca menos larga, celebran por burla su boda con la prometida de Don Luis.

El celibato, por consecuencia, era para la antigüedad una impiedad grave y una desgracia: una impiedad porque el soltero ponía en peligro la dicha de los manes de su familia; una desgracia porque él mismo no debía recibir otro culto después de su muerte y no debía conocer lo que regocija a los manes. Era a la vez para él y para sus antepasados una especie de condenación.

Ya no le pesa, antes se regocija, de que Juanita no sea monja, porque la quiere mucho y se le cae la baba cuando la ve tan hermosa y cuando oye su dulce voz y sus discretas razones. Doña Inés, no obstante, sigue siendo su preferida, por lo mística que es y por la mucha teología que sabe.

1 Y Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en el SE

CUESTA. Amigo Pantoja, Dios le guarde. ¿Vamos bien? Viviendo, amigo, que es como decir: esperando. CUESTA. Esperando mejor vida... PANTOJA. Padeciendo en ésta todo lo que el Señor disponga para hacernos dignos de la otra. CUESTA. ¿Y de salud? PANTOJA. Mal y bien. Mal, porque me afligen desazones y achaques; bien, porque me agrada el dolor, y el sufrimiento me regocija. CUESTA. Ascético estáis.

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