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Actualizado: 29 de junio de 2025
¡Miserable! ¡debí matarle! gritó don Víctor cuando ya no era tiempo; y como si le remordiera la conciencia, corrió a la puerta del parque, la abrió, salió a la calleja y corrió hacia la esquina de la tapia por donde había saltado su enemigo. No se veía a nadie. Quintanar se acercó a la pared y vio en sus piedras y resquicios la escalera de su deshonra.
La pobre mujer acabó por arrojarse a mis pies, con las manos juntas, suplicándome que fuese honrado y preguntándome con lágrimas en los ojos, si no era feliz, si podría serlo jamás tanto, si podría serlo a expensas de su reposo, de su honor y aun de su vida... porque ella no sobreviviría a su deshonra... En fin, ella venció.
Pidió á Dios que hiciese un milagro para librarla de la deshonra, de una deshonra á que ella no había dado lugar, sino siendo mujer, cuando oyó dos golpes recatados en la puerta de escape de la habitación inmediata. Doña Juana detuvo el aliento y escuchó de nuevo. Pasó algún tiempo y los dos golpes se repitieron.
Aunque el conde de Lemos no os ama, porque los necios no aman á nadie más que á sí mismos, tiene orgullo; y como el que seáis vos mi amante sólo le da deshonra á secas, es natural que la tome por alto; por embargarme os habéis valido de gentes en las cuales un secreto no está más seguro que un doblón en medio de la calle... Sabrán... Que se sepa. ¿Pero estáis loca?
Pues, señor, ahí va D. Francisco hacia la casa del señor aquél, que, á juzgar por los términos aflictivos de la carta, debía de estar á punto de caer, con toda su elegancia y sus tés, en los tribunales, y de exponer á la burla y á la deshonra un nombre respetable. Por el camino sintió el tacaño que le tiraban de la capa. Volvióse... ¿y quién creéis que era?
Lisuardo, en su viaje por Galicia, encuentra á una sobrina del conde de Castilla, denominada Doña Sol, que peregrinaba á Santiago; apasiónase de ella violentamente, y la deshonra, empleando la fuerza, habiendo sido inútiles los ruegos. Garci-Fernández se halla en León cuando llega Doña Sol á esta capital, demandando al Rey justicia contra su ofensor.
No exclamó Lázaro deteniéndole: yo quiero que usted me aconseje y me guíe.... Yo ... aunque tengo bastante fuerza de convicciones.... ¿Fuerza de convicciones? dijo el fanático, deteniéndose y mirando á su sobrino con desprecio. Sí contestó éste, y no puedo perderlas, no quiero perderlas. Bien: sigue por ese camino. Lejos de mí no esperes otra cosa que deshonra, obscuridad.
¡Oh! ¡Gracias a Dios! exclamó la noble señora levantándose con ímpetu . Gracias a Dios que hay en España un caballero... Cuatro personas han presenciado el lastimoso cuadro de la deshonra de mi hija, y a ninguno se le ha ocurrido tomar por su cuenta el castigo de ese miserable.
Se avergonzaba al recordar su debilidad. No era un cobarde, estaba seguro de ello, pero le faltaba voluntad o la amaba demasiado, y por esto, cuando tras un vergonzoso espionaje se convenció de su deshonra, sólo supo levantar la crispada mano sobre aquella hermosa cara de muñeca pálida, y acabó por no descargar el golpe.
El pintor de su deshonra. Este es un auto, que se compara, por su título, con la tragedia que también lo lleva, y que, en su argumento, se asemeja asimismo á ella. Comienza con un soberbio monólogo de Lucero (Lucifer), que sale de la boca de un dragón, y llama á la Culpa, que habita en una obscura caverna. Cuando el último le pregunta lo que desea, le refiere la historia de su caída, y que, en castigo de su orgullo, ha sido condenado á tinieblas eternas. Expresa su desesperación, y su odio, y su envidia al Creador del mundo, que lo ha humillado tan profundamente, representándolo como á gran artista ó artífice maravilloso; cuenta, además, que este artista intenta pintar una forma y un rostro á su imagen, después de haber trabajado por espacio de seis días largos en un cuadro grande y maravilloso, que es la Creación, debiendo acabar su obra en el día séptimo; la Culpa ha de prestarle su ayuda, para que esa imagen desaparezca, y para que el artista reciba el nombre de pintor de su deshonra. La Culpa le promete su auxilio, y ambos se deslizan en el taller: asombrados y llenos de temor, á pesar de su aborrecimiento, contemplan el cuadro del Creador; las imágenes de las espigas y de la viña, alusión al futuro Sacramento, los hacen temblar, ocultándose entre las hojas de un árbol al oir ruido. El pintor aparece y comienza su trabajo, mientras la Inocencia, la Sabiduría y la Gracia le presentan los colores y entonan cánticos en su alabanza; y, cuando el trabajo se ha terminado, imagen del maestro, le infunde vida y aliento, y la Naturaleza humana, recientemente forjada, se arrodilla ante su Hacedor.
Palabra del Dia
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