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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Marcos dijo Hullin , perdóname; he dicho mal; ¡he sufrido tanto en estos días!; la desgracia me hace desconfiar; dame la mano... ¡Anda, ve, sálvanos, salva a Catalina, salva a mi hija! Desde ahora te lo digo: no tenemos más recurso que tú. La voz de Hullin temblaba. Divès aceptó aquellas explicaciones, pero añadió: ¡Bien está, Juan Claudio!
¡Este es el triunfo, madre, Dame la muerte, Dámela despacito, No me atormente! Y así siguió toda la noche la jarana, mientras la caña circulaba y los corazones anhelosos se buscaban, tratando de fundir en una sola todas sus aspiraciones.
Tengo dos medias velas que alumbraron en el velorio de mi curmana la Celana. ¿Habéis oído? ¿Qué, mi amo? Una voz.... Son las risadas del trasgo del viento.... Suenan en la puerta grandes aldabonazos que despiertan un eco en la oscuridad de la casona. El Caballero se pone en pie. Dame la escopeta, Don Galán. ¡Voy a dejar cojo al trasgo! Oiga su risada.
¡Chica, tengo un hambre de lobo! entró diciendo . ¿Cuándo acabáis de abrir el buffet? ¡Ah! ¿Conque os vais por los rincones? ¡Prudencia, Clementina, prudencia!... Hija, yo no puedo aguardar más: dame algo de comer, o me caigo. Clementina la llevó riendo a un rincón y le hizo servir algunas viandas.
¡Bueno... bueno! dijo con mucha dificultad, y con voz tan débil, que apenas la oíamos. ¡Quiera Dios que me encuentres viva! Estoy muy mala... pero... ni ésta ni Sarmiento quieren creerlo. ¡No tía! prorrumpí, riendo. Está usted nerviosa y por eso se siente usted tan débil.... Vaya... vaya, me dijo sonriendo dolorosamente dame un abrazo....
Me acordé que tenia que volver á Paris, y sentí dos cosas: repugnancia y temor, casi miedo. Soledad, encanto del triste, encanto de mi corazon, vírgen de mis pesares, vírgen de mi alma; si amas, si esperas algo en este mundo, dame tus amores y tus esperanzas. Si tienes dolores, si tienes misterios, dame tus misterios y tus dolores.
Cuando yo me muera, registra mi jergón y encontrarás en esta punta de la izquierda un calcetín con unas monedas de oro. Ya te he dicho, no quiero que las emplees en tierras, sino en géneros de comercio. Así lo haré. Creo que te lo he dicho todo. Ahora dame la mano. Firmes, ¿eh? Firmes. El pobre Tellagorri se olvido de decir Pirmes, como hubiera dicho estando sano.
ABIND. A morir me rindo: Tanto, ausente, peno y lloro. MANIL. ¿Qué me darás, y tendrás Nuevas de Jarifa y cartas? ABIND. La vida, el alma que partas. MANIL. Celindo. ABIND. ¡Amigo! ¿Aquí estás? CELIND. Dame tus pies, y ésta toma. ABIND. ¡Que tal bien se me conceda! ¿Cómo mi Jarifa queda? CELIND. Buena, gracias a Mahoma.
Le siente en los labios... Ten la copa un instante mientras la incorporo yo... Así... ¡Nieves!... ¡Nieves!... Dame la copa tú. ¡Nieves!... un sorbito de esta bebida para entrar en calor... A ver, poquito a poco... Allá va... ¡Lo paladea, Cornias, lo paladea... y entreabre los ojos! ¡Sea Dios bendito!... Otro sorbo más, Nieves, hasta apurar la copa, aunque le repugne a usted: es esencia de vida... ¡Ajá!... Prepara otra, Cornias, por si acaso... Mira, hombre, ¡todavía conserva en el pecho parte de las flores que se había prendido esta mañana!... Sobre que se están cayendo... Toma.
Cada uno hacía la misma recomendación al camarada: «Si me hieren en el pecho ó en el estómago, dame un tiro en la cabeza. Prefiero esto á quedar vivo junto al camino.» No podían ser considerados como caballería, á pesar de que todos iban montados. Carecían de armas blancas y no podían dar una carga. Eran infantes que sólo echaban pie á tierra en el momento de empezar el fuego contra el enemigo.
Palabra del Dia
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