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No le he visto. He recibido carta suya. Dámela. Quiero leerla. ¿Tendrás valor para leerla? Dios me dará valor para todo. Dame la carta. Paco vacilaba aún. Dame la carta volvió a decir doña Beatriz. Te la daré contestó Paco ; pero antes exijo de ti una cosa. , pide pronto.

Vamos, Doctrinillo, dámela. Ya sabes que tengo apalabrado á Perico Tinieblas, el del Portillo de Gilimón, que es hombre pintado para estas cosas. Y lo que es en la Plaza de la Cebada, no hay chalán que no sea capaz de comerse al Gobierno á una orden mía. No: las cosas han da ir en regla. No puedo pagar sino á su tiempo: tengo esa orden.

Una pobre mujer con una muñeca en la mano discutía con el vendedor, mientras su hija se agarraba a sus faldas pugnando por tocar el desnudo monigote, que tenía la cara ennegrecida y una de las piernas quemada. ¡Dámela... la quedo! lloriqueaba la pequeña con balbuceo infantil. Pero la madre dejó la muñeca en el suelo. ¡Si piden tres perros, hija!... Eso es sólo pa los ricos.

Así que, mis señores duque y duquesa, aquí está vuestro gobernador Sancho Panza, que ha granjeado en solos diez días que ha tenido el gobierno a conocer que no se le ha de dar nada por ser gobernador, no que de una ínsula, sino de todo el mundo; y, con este presupuesto, besando a vuestras mercedes los pies, imitando al juego de los muchachos, que dicen "Salta , y dámela ", doy un salto del gobierno, y me paso al servicio de mi señor don Quijote; que, en fin, en él, aunque como el pan con sobresalto, hártome, a lo menos, y para , como yo esté harto, eso me hace que sea de zanahorias que de perdices.

No es sopa lo que te pido; lo que te pido es tu hija..., la más hermosa de mis Estados... Dámela voluntariamente y te elevo a las gradas de mi trono; de lo contrario, mis ejércitos te la arrebatarán por la fuerza y no tendrás el mérito de habérmela dado. Y al hablar así, el desgraciado miraba a Luisa con profunda admiración.

Cruzo la senda Sola y oscura, Dame un destello De tu alba luz. Soy árbol mustio, Quiero frescura, Soy desgraciado, Quiero ventura... Dámela . Como se ve, son simples cantares populares, ecos melancólicos y tristes, como si ese tinte del espíritu fuera el único rasgo que identifica a la especie humana bajo todos los climas y en todas las latitudes.

¡Este es el triunfo, madre, Dame la muerte, Dámela despacito, No me atormente! Y así siguió toda la noche la jarana, mientras la caña circulaba y los corazones anhelosos se buscaban, tratando de fundir en una sola todas sus aspiraciones.

¿Qué ocultas ahí, en tu blusa? ¿Una carta? ¿Qué? Dámela... vamos... dámela.... El muchacho, próximo a llorar, dejose tomar por grado o por fuerza, un papel que estrujaba en sus manos crispadas. La carta no tenía dirección. ¿Para quién es esta carta? Para la señora. ¿De modo que te la han dado para la señorita Julia, para que ella se la a la señora? El niño indicó que .